Una más y van...

Cuando me senté en el auto, era una coctelera a punto de estallar, cansada por la corrida de la última hora, nerviosa porque era mi primera cita con él, y pensando todas las recomendaciones. Sé espontánea, sé espontánea, se espontánea. Ni bien me subí, me dijo si tenías ganas de cenar. Sí, está bien. No había comido desde las cinco de la tarde y ya eran las 10, come poco, no sé como haría para no saltar sobre el plato, el estómago me hacía ruido, que bochorno. De todas formas, el rumbo ya estaba decidido iríamos a Morelia. ¡Me encanta la pizza de ahí! Come poquito.

En el viaje charloteamos de pavadas, en realidad me contaba algo de mi cuñado, la cosa vino por ahí, mi hermanita que quiere verme casada, me organizó esta cita no tan a ciegas, digamos con cataratas. Ya lo había visto en un cumple de su marido, y la verdad que crucé dos o tres palabras con él pero nada más. No se manchó ninguna pared de rojo ni explota, explota mi corazón, prrummmm. Pero digamos que accedí porque el tipo a simple vista me caía bien.

Cómo explicar la noche, cómo contar lo que fueron casi tres horas de un hombre buen mozo, educado, sentado enfrente de mi contándome con lujo de detalles su separación y hablándome todo el tiempo de su ex. No le hables de tu ex. ¡No hubiera podido, no me dejaba tiempo! La de él estaba sentada entre los dos, en un momento me dieron ganas de pedir otro juego de cubiertos, para que la pobre comiera. Y yo con cara de ah, uh, qué feo, noooo, mmmm, entre bocado y bocado. Come poquito. ¡Ma, qué poquito! tenía que llenar el embole de alguna forma. Angustia oral.

El hombre en cuestión, era un típico depresivo que no había superado su separación de hacía ¡5 años!, y cuando se cansó de hablar de su ex y de que sus hijos ya no le daban bola. Empezó a explicarme que estaba fundido, en bancarrota. Si no es porque te invité, ya jamás salgo a comer afuera, no puedo, esa perra me dejo casi en la calle. Sé espontánea. Ahí no pude comer más, se me atragantó la pizza en el medio de la garganta, ya me tenía podrida. ¿No sé te ocurrió probar con terapia? Si hubiera tirado la bomba nuclear, no hubiera sido tan catastrófico. Vino una sarta de cosas contra los psicólogos, psiquiatras, la psicología en general, Lacan, Freud, hasta de su primo que estaba estudiando, Bucay entró en la bolsa off course. Son todos chantas, yo me curo solo. Solo te vas a quedar, pensaba yo.

Si no hubiera sido que estaba mi hermana de por medio, me hubiera levantado y me hubiera ido con una porción pizza en la mano, y le hubiera dejado la plata de la comida, para que no siga diciendo que las minas lo pelan. Pero me quedé por mi familia.
Seguía hablando, yo tratando de enfocar mi mirada en él, mientras pensaba que mañana sin falta tenía que pagar el cable porque se me vencía y avisarle al portero que una canilla perdía, que las sandalias me estaban apretando, que tenía que llamar sin falta a mi hermana para putearla, y por qué no se inventaban las sillas para eyectarse de las citas de mierda.

Cuando trajeron la cuenta, le ofrecí pagar la mitad y no quiso, sentí culpa pensando que no iba a comer por el resto del mes. Me dejó en la puerta de mi casa, mientras me despedía escuché una voz que me decía “la pase muy bien, por ahí podemos organizar otra salida”. Lo miré y le dije: No creo. Sé espontánea.

Una hora

Estoy a mil, dentro de un hora me pasa a buscar. Primera salida. Quiero estar una diosa. Todavía tengo que secarme el pelo, pintarme la uñas de los pies y de las manos, llamar a Mona por teléfono porque no le conté que salía porque se dio todo muy rápido, maquillarme y vestirme. Me siento en la cama y empiezo a pintarme las uñas de los pies. ¿Me hago la francesita? voy a tardar mucho, me las pinto de rojo, sí de rojo bien fuerte, me gustan los deditos de los pies así terminados como cerezas, son sexy. La puta se me corrió una, me la tengo que pintar de nuevo.

Mejor elijo qué me pongo antes de secarme el pelo, así me quedo tranquila, el pantalón negro con la camisola nueva esa tipo hindú, bordada en plateado, no, muy formal, además no tiene escote es muy cerrada, mejor la blanca de gasa, que tiene buen escote, no, qué va a pensar si me inclino se ven todas las tetas, ya está me pongo el pantalón negro ese que me queda ajustadito, con la remera negra que me calza perfecta el escote justo, ¡mierda! dónde está el pantalón, que no lo encuentro, a ver, en esta percha no, en esta tampoco, acá está, me lo pruebo, ¡no me entra!, claro son los kilos del invierno y este es del verano pasado, ¡no puede ser!

Me pongo el jean con el bordado abajo, el negro me hace más flaca, me haría más flaca si no estuviera tan gorda como para que no me entre, por qué no cerré el pico en invierno. Llamo a Mona por teléfono me siento, sosteniendo el tubo con el cuello, y aprovecho para pintarme las uñas de las manos. Mona habla y habla, que esto y lo otro, si te gusta bárbaro, acordate de no decirle nada de tu ex, de tu pasado, de tus miedos, no le contés tus fracasos amorosos, ni tus expectativas de pareja, no le digas tu signo del zodiaco que algunos son prejuiciosos, y ni te digo si tenés el mismo que el de su ex, tampoco le preguntes mucho, déjalo que hable. Y come poquito, pásate la lengua por los dientes para que no se te quede nada pegado. La última recomendación “sé espontánea”.

Media hora, tengo que secarme el pelo, maquillarme un poco, vestirme, lavarme los dientes. No llego, empiezo a actuar más rápido, me estoy poniendo nerviosa. Me pongo el jean y cuando estoy subiendo el cierre se rompe, y encima se me corre el esmalte del dedito chiquito. ¡Aaaaaaa, la p q la p! Claro si estoy hecha una vaca, como no se va a romper el cierre. No hay elección, tomo la pollera hippie que me compré y me la pongo, onda “tengo que bajar unos kilos pero estoy a la moda”, cambio la remerita por la camisola blanca, ma sí que me mire las tetas. Seco el pelo a toda velocidad, me pinto la uña del dedito chico, busco las sandalias del año pasado, sacó todos los zapatos, la ley de Murphy están debajo de todo. Mi cuarto parece salido de una guerra nuclear todo tirado. Todavía me falta maquillarme.
Quiero hacerme una línea finita de delineador, pero siempre termino saliendo con una gruesa, son los malditos nervios que me hacen tener un pulso de porquería. Rimel, rubor, me lavo los dientes, me delineo los labios y me pongo un rouge bien rojo, no mejor me pongo sólo brillo, porque si me llega a besar va a quedar como un payaso, me tengo que comprar un indeleble, para ocasiones como esta. Suena el portero, estoy más cansada que si hubiera corrido una maratón, me rocío con perfume, mientras contesto ya bajo, tomo la chalina, me voy a morir de frío pero queda divina, me cuelgo la carterita en el hombro y me miro en el espejo del pasillo antes de cerrar la puerta con llave.

Amore mío


Llegué a Piola con una amiga para encontrarme -a su vez- con mi amigo italiano que hacia dos años estaba trabajando aquí. Él y sus compañeros de trabajo ya estaban sentados. Fue cuando lo vi, era uno de ellos. Verlo y enamorarme, sucedió al mismo tiempo.

Mi corazón estalló y la sangre empapeló de rojo las paredes del restaurante. Nadie lo notó, pero fue así. Me senté a su lado. Él me hablaba todo el tiempo, por supuesto en su italiano mezclado con algo, muy poco de español. Bambina, cara, donna, bella.

Su silla estaba contra la pared por eso su mano izquierda no se le veía mucho, pero de pronto pude ver una asquerosa y repugnante alianza de matrimonio en su dedo anular. Era casado, era obvio, era una lástima. Mi enamoramiento seguía, no lo podía evitar.

¿Existe en realidad el amor a primera vista? ¿Puede hacernos este amor olvidar todo, todo, todo y convertirnos en alguien que siempre detestamos: la otra?
Esa noche fue perfecta. Luego de cenar fuimos a recorrer la ciudad, y allí en medio de una calle cualquiera me besó en la boca. Un beso tímido, sin lengua, un pico tan tierno.

Dentro de dos días sería mi cumpleaños, y el italiano había prometido ser el primero en saludarme. El clásico "te llamo", y en este caso "el primer llamado de mi cumple". Peor todavía, ¡hacía un día que lo conocía! Impensable recibir ese llamado.

Pero el día de mi cumpleaños -a las 8 de la mañana- el primer llamado fue el suyo. Sono io, cara. ¡Estaba en Salta por trabajo y me estaba llamando! ¡Se había acordado! Mi corazón entero ya era suyo. Somos tan fáciles de comprar. Caí hipnotizada por su amor.

Me convertí en la otra (a 14 horas de vuelo de su legítima). Me quedaba a dormir con él y le enseñaba a hablar español, o más bien argentino. Me traía el desayuno, me cocinaba pasta, y susurraba a mi oído canciones venecianas. Juntos recorrimos Caminito. El tango con ese nombre es nuestra canción.

Sé que lo amé, y que me entregué a él completamente. Hacíamos el amor tantas veces como se nos daba la gana. Era diferente, podía sentir su virilidad en todos sus poros. Era tan buen amante, y a la vez tan cariñoso, tan dulce. Era mi amor, ese amor que busqué por todos lados y que encontré esa noche en Piola.

Lo nuestro duró tan poco que no tuvimos tiempo de conocer nuestros defectos. Nos quedamos con lo mejor de cada uno. Pasión y ternura. La combinación ideal. Fue la primera vez que rompí la primera regla que me había puesto como mujer sola: “No salir con hombres casados”.

La despedida fue muy triste. Era un día lluvioso, gris, típico de Buenos Aires, estábamos en Junio. Pusimos el tango Caminito, le había regalado el Cd y se lo había enseñado a cantar, desde que se fue, triste vivo yo. Lloramos juntos, lo cantamos juntos. Nos besamos interminablemente. Ambos sabíamos que esa historia tenía un final programado.

Con sus ojos tan verdes, enrojecidos por el llanto, bajó por el ascensor con un piloto, un paraguas y lentes oscuros. Yo no llevaba nada para la lluvia, sólo una profunda tristeza en mi corazón.
El último beso me lo dio por la ventanilla del taxi que me devolvería a mi casa, a mi lugar. Quise decirle muchas cosas pero lo único que hice es girar mi cabeza y mirar fijo el reloj que marcaba en dinero los metros que me iban alejando de él.

Mate y sexo oral

No sé puede, con Marc…, digo con Loli no se puede. Es tan rara, no sé si esa es la palabra. A pesar de que ella me lo dice a mi, la asquerosa es ella, porque nada le viene bien. De gases corporales, ni hablar delante de ella, de sexo se puede hablar no haciendo mención a las “asquerosidades” como dice.

-¡Ayer tuve el mejor sexo oral de mi vida!– dijo Mona en plena sección de destripamiento de hombres.

-Ay, no digas eso- saltó Loli, poniendo la cara de asco como si hubiera olido quién sabe qué, o mejor dicho ya sabemos qué.

-No, no otra vez no caigamos en esto- dije yo que ya sabía que se iban a pelear. Tirándome en el sofá y mirando para afuera.

Es que Loli, no soporta que le hagan sexo oral, y menos hacerlo, y es la discusión eterna con Mona, que no soporta que a Loli no le guste y la quiere convencer. Pero a cada uno le gusta lo que le gusta.

-Ya me tienen podrida. ¿Por qué no van las dos al programa de Alessandra, la sexóloga venezolana, y exponen su problema? Ay, a mi me gusta el sexo oral, ay a mi no. Y que la mina vea que hace.

Me muero si las veo en la pantalla, Loli con careta por supuesto, una careta con cara de asco, y Alessandra con esa conchita de tela que tiene para explicar cosas, que es muy graciosa, Miss Vagina vendría a ser.

-Es que sabe y lo hace a propósito, para qué sacar temas escabrosos, escatológicos cuando estoy yo.

-Loli, no tenés 5 años, no seas boluda. Estamos hablando de hombres, que querés que hablemos de cómo me recitó un verso (hizo un silencio) ¡antes de cogerme!- salta Mona, ya aprestando al ataque frontal y despiadado.

-Mona, no me digas eso, no me gusta.

-Pero vos sos como los chicos Loli, si no probaste nunca, y más de uno te dejo por eso. Probá una vez y después te doy la razón si no te gusta, no te jodo más.

-Una vez intenté, vino el tipo y me insistió tanto, que intenté.

Las dos nos quedamos heladas, nunca había dicho nada, se lo tenía muy calladito.

-Ay, guacha no nos habías dicho nada- ahora la que saltaba era yo.

Con Mona nos acercamos a ella, esa confesión requería un acercamiento muy intimista, nos miró y seguro nuestra cara de asombro y necesidad de que siga contando la obligó a hacerlo.

-No me dio vergüenza como otras veces, es que soy un desastre, el tipo vino muy amable, con palabras cariñosas, que esto y lo otro. Iba preparando el terreno, y la verdad me gustaba mucho… - ahí se quedó, hizo un silencio.

Nos miramos, no sabíamos si decirle que siguiera porque su mirada se encontraba perdida, habría hecho una regresión a ese momento que jamás sacó a relucir en nuestras charlas de sexo. Como le decimos “tardes de mate con sexo oral”, porque nos las pasamos hablando de eso.

-Si me gustaba mucho, era muy atento, un caballero. De esos que te abren la puerta, y te llaman a tu casa al rato de cuando se fueron, y te sorprenden con flores, y ...

-Dale, anda a la otra parte Loli, no te detengas en nimiedades-le dijo Mona, ansiosa por saber qué había pasado.

-No son nimiedades porque si él no hubiera sido así, jamás me hubiera atrevido a hacerle eso a su parte.

-¡Chuparle la pija, Loli, décilo como es!- grito Mona totalmente fuera de control, ante mi cara de horror, bajó un poco los decibeles de su bronca.
- O por lo menos “sorberle el pene”, si te parece más delicado-la quiso arreglar.

Se reía, como loca de lo que había dicho, y repetía como un mantra "sorberle el pene" y yo haciéndole señas de que se calle. Por suerte Loli parecía en trance y ni le dio importancia a este exabrupto de Mona.

-Eso, me lo puso así frente a la cara, en primer plano, directo, su parte, y yo intenté, pero… - unas lágrimas le corrían por las mejillas.

-¿Pero qué Loli?- le preguntamos al mismo tiempo.

-No pude, tuve que ir a vomitar al baño. Fue horrible, me sentí muy mal, y al tipo no lo vi más.
Hace unos días me lo cruce en Puerto Madero y se hizo el que no me había visto.

-Bueno no te preocupes, después de todo no es tan importante, no es tan lindo, no te perdés tanto. – le dijo Mona, mientras le decía esto, la abrazaba y me hacía un gesto con la cara, como diciendo: ¡Pobre no sabe lo que se pierde!

Le serví un mate y mientras lo tomaba, yo pensaba: Bueno por lo menos puede chupar de la bombilla, si no se perdía el mate también.

Te llamo (versión ex)

¿Por qué para todos mis ex vendría a hacer algo así como la mujer perfecta?
Será porque estoy lejos de ellos. Será porque mi perfección se ve a la distancia. Será porque de cerca, al lado, allí juntito me convierto en la peor bruja que hay.

Mis parejas más sólidas (3), todas sin excepción me siguen llamando para decirme lo buena que soy y lo tontos que fueron, pero están con otra. Y yo me quedo escuchándolos. Se ve que necesito escuchar mentiras de amor. ¿Será que en el fondo me quieren?

Lo que no sé es por qué no los mando a la mierda, debe ser porque en el fondo yo también los quiero. Entonces el amor no muere, sólo queda detenido en un lapso de tiempo, el de los amores perdidos.

Tarde orgásmica

Ese domingo decidí llevar a mi primo, que vino de España, a pasear a la Placita Serrano. Después de hacer una larga sobremesa y parlotear y parlotear, partimos viaje rumbo a esa zona que él todavía no conocía.

La tarde estaba perfecta. Sol tibio, cielo azul. Los puestos alrededor vendían sus cosas, todos los materiales estaban allí, madera, vidrio, telas, cristales, alambres, plumas, gomaespuma, cerámica, cuadros, y más cuadros, abstractos, realistas, collage. Me gusta mucho esa melange de las ferias artesanales en las que uno puede encontrar de todo, así mezclado pero con un cierto orden.

Cuando de pronto mi atención se centró en un puestito. Muy simple, una mesa con un mantel y un cartel que decía ORGASMATRON, y unos artefactos que más bien parecían arañas gigantes con mango. ¡Glup! Tragué saliva, nunca había visto eso, qué era. Y lo mejor: ¿para qué era?
- ¡Un orgasmatrón! ¿Qué es eso?
- No te hagas ilusiones – me dijo mi primo-. Es un masajeador capilar, yo los conozco.

Ya para esto nos habíamos detenido frente a esos arácnidos metálicos, por mi grito seguramente la chica que estaba a cargo del puesto, y que estaba charlando con una de tres puestos adelante, se percató y vino para asesorarnos.

Que pin y que pan, bla, bla, bla y que es bárbaro para la circulación, te relaja, te da… bueno ya parecía una publicidad de Schwanek. Y yo calva, gracias a Dios no soy. Pero la intriga me carcomía.¿Cómo se sentiría el orgasmatrón? Hay que atreverse a ponerle un nombre así.

Porque podría ser orgasmatrito, y una no se haría tantas expectativas. Pero ese “on”… daba una idea de que sería fabuloso. O por lo menos grande. Nunca se me hubiera ocurrido decir: ¡Guaaauuu hoy tuve un orgasmatrón, impresionante! Por más grande que fuera.

-¿Querés probarlo? – me invito muy amable la artesana.
Antes de que mi primo dijera algo, ya me había sacado la gomita que me ataba el pelo en una colita de caballo, había cerrado mis ojos, y le había dicho: “Dale pasámelo”. A lo cual él no se negó. No pudo negarse, no le quedó más remedio.

Como todos los domingos, la plaza era un mundo de gente, y de pronto al cerrar los ojos, sentí algo muy placentero, muy relajante, muy orgásmico. Y como no puedo mantener mi boca cerrada, tal como cuando hago el amor, empecé a proferir como susurros, pero luego fueron subiendo el volumen en proporción directa a la sensación placentera que iba sintiendo y se transformaron en sonidos guturales.

Ahhhh, ahhhhh, uyyyyy, qué bueno, qué lindo, ahhhhh, qué placer. Como tenía los ojos cerrados no veía la cara de mi primo. Mejor, porque creo que se moría de vergüenza.
Uffffff,,,,,, nooooooooooo, seguí, seguí, ahhhhh, ahí, ahí, así ponelo así, ¡eeeespectacuuuular!

Fue con ese "espectacular", que él saco abruptamente el orgasmatrón de mi cabeza. Abrí los ojos, había un señor mayor que me miraba, su mujer lo codeaba, y un nene estaba llorando, no creo que fuera por mí. Una señora con su amiga se acercaron al puestito, y de reojo me miraban y miraban al orgasmatrón, que ya había pasado a mis manos.
Y yo con los pelos todos parados, porque te los deja peor que cuando te levantás a la mañana, y con una cara de feliz cumpleaños, diciendo: ¡Ahora entiendo el nombre!


Mi primito querido me lo regaló, compró el más grande a veinte pesos. Luego me confesó que se había sentido como el personaje masculino de la película Cuando Harry conoció a Sally, en la escena que ella finge un orgasmo en un bar. ¡Pobre chico!

No sé lo que pasó después con la señora y su amiga, las vi hablando con la chica del puesto, tal vez le hayan dicho: “Déme lo que usó ella”. Tal como pasó en la peli.



Finales

Cuando me dejan les hago pasar un mal rato. Y no lo hago de perra, es que soy de lágrima fácil. Dicen que soy sensible, yo creo que tengo un problema en el lagrimal del alma. No puedo hacer como que no pasa nada, que todo está bien, que lo mejor es eso, entonces lloro. El mal rato lo pasan, a los hombres no les gusta vernos llorar y menos en una confitería estando sentadas frente a ellos.

A veces se me pasa rápido, a veces dura días, a veces meses, a veces me levanto con los ojos hinchados de tanto llorar de noche, y no hay maquillaje que lo arregle. Y no es proporcional al tiempo de la relación. Debe ser proporcional al amor. Con el tiempo el llanto se hace recuerdo, pero siempre conserva ese sabor salado. Tan salado como un adiós.

Bendita bañera

Me meto adentro con el Cif y la esponjita amarilla, y le doy, le doy, le doy. Con pasión, con fuerza, con ganas. No debe quedar una sola manchita, porque si veo vestigio de jabón, ahí voy. Y arriba y abajo, y arriba y abajo, hasta que no queda impecable no salgo. Estoy allí, presa de mi energía, de mi euforia, y puedo sentir como mi respiración se va agitando, y algunas gotas de transpiración bajan por mi espalda, mi corazón se acelera, mis manos se mueven sin parar. Es cuando me detengo, y me doy cuenta de que estoy sublimando con la bañera. Cuando más ganas tengo, es cuando más limpia queda.

La bañera es como un gran falo, un encierro blanco, una cárcel de loza, y me siento como una fiera encerrada en una jaula. Allí queriendo saltar a otro lugar, con otra persona. Como el tigre del zoológico que tampoco se sabe si va de un lado al otro de la jaula, porque quiere volver a las selvas de la India, o porque necesita a sus hembras.

Yo no quiero volver a ningún lado porque soy de acá. Así que será porque quiero sexo, con un hombre, male, uomo, macho. Felipe (q.e.p.d) no está, y como viene el mes… no sé si podré reemplazarlo tan rápido. Además, no creo que se trate de Felipe.

Se trata de piel, carne, olores, sabores, gemidos, caricias, abrazos, risas, dormitar y despertarse y encontrarlo a tu lado, cerrar los ojos y que su olor te impregne, y te haga sentir que es un hombre, tu hombre el que está allí, estirado en toda su desnudez.

Y mientras duerme te apretás a él como queriendo que el instante quede así grabado para
siempre, porque nada en ese momento te inquieta. Sin pensar en promesas, en reproches, en mentiras o rencores, él esta allí y vos a su lado y ya nada importa. Porque el amor se hizo, y se deshizo en esas sábanas.

Entonces te entregás sin resistencia al sueño, al dulce cansancio del sexo concluido, la magia del momento efímero, no importa el futuro, se esfuman los temores, y cuando tus ojos se están cerrando para entrar en la perdida de conciencia, en ese último segundo del todavía presente, alcanzás a sentir, tan cerca, su respiración de hombre dormido que estará soñando quién sabe qué cosa.

(La imagen es la obra “Cuerpos” de Ernesto Bertani)

Ella no dijo nada


Entró al departamento y no dijo nada. Habíamos ido de shopping toda la tarde.
-¿Tomamos unos mates?- le dije, mientras tiraba las bolsas con las cosas que me había comprado sobre el sillón nuevo, requetenuevo, súpernuevo y el chiche de mi depto.

Gasté unos buenos pesos en él, pero no me importó por
que la verdad es hermoso, casi dos metros de blancura total, ni que Alá o Ace, blancura sillón. Así que semejante bichito, ¡cómo para no verlo!

Nada dijo. Uy, qué lindo sillón, uy te compraste un sillón, uy ahora hay algo en el living, uy nos podemos sentar, uy ¿qué es esto blanco?, uy me tropecé con algo. Nada, ni un simple uy. Quería decirle, pero mirá que sos pelotuda, no podés “no” darte cuenta. Pero en fin, así son las envidiosas, esa clase de amigas que nunca sabes por qué son tus amigas, aunque por conclusión creo que son las de la niñez. En mi caso es así, y en otros que estuve preguntando, ¡oh! coincidencia también eran amigas de la primaria o de la infancia. Y quizás por eso no las mandamos a la mierda, hay tantos recuerdos compartidos.

Ya me había pasado otra vez, hace como tres años atrás había engordado en invierno como 6 kilos. Digna hermana de Miss Piggy, la de los Muppets, empecé una dieta súper estricta, y logré bajarlos en poco más un mes. El cambio era muy notorio, 6 kilos no son joda.
Obvio que tampoco no me dijo nada, ni un che ¡qué bien estás! ¡cómo bajaste!, o simplemente, un lastimoso: no pareces tan hinchada.

No, lo único que me dijo cuando vino un día a la tarde a casa. (La mesa del té era facturas para ella, y tostadas con queso y mermelada light para mí).
- ¡Ay! (con cara de asco), ¿eso vas a comer toda la vida?
Grrrrr, es insoportable.

Las envidiosas son las peores, puede ser que hayas cambiado todo el mobiliario de la casa y ni mú; llegaste de un viaje de 3 meses del exterior y ni te preguntan cómo te fue; empezaste a convivir con tu novio y ni te llama, y cuando se encuentran nada, naaaaaaaaaaaaaaaadaaaaaaaaaaa te pregunta, nada te dice, silencio total, pero que dirá su cabecita, qué pensamientos poblarán ese cerebro.

Si vas a comprar ropa con ella, te dice que todo te queda bien, y vos te mirás al espejo y no podés creer que esa chica que te esta diciendo eso es la misma con la que jugabas a saltar a la soga en el recreo o a las escondidas en el parque, o le cambiaban los pañales a las muñecas.

Aunque de pronto te acordás el día que tenían que actuar de holandesas en cuarto grado y a vos en el camino a la escuela, que quedaba a 10 cuadras de tu casa, se te había caído el típico sombrerito blanco con puntas, y cuando se lo se lo contaste, justo antes de salir a escena, llorando porque eras la única de las 15 chicas que sólo saldría con trenzas en la cabeza.
-¿Era tuyo entonces? Yo vi uno cuando venía para acá. ¿Qué iba a saber que justo era el tuyo?¡Qué pena si sabía te lo hubiera traido!
-¡Si no era mío, era de alguna de tus compañeritas forra!- esto lo dije ahora, no cuando tenía 9 años.

Esas son las peores, pero están también quienes se compran todo lo que vos te comprás. Te compraste un saco de cuero fucsia, a la semana ella tiene el mismo. Te compraste zapatillas color plateadas, ella también. Todo quiere tener igual a vos.

Y no hablo sólo de mujeres, los hombres también lo son, la envidia no reconoce sexo. En el fondo me da lástima porque creo que no disfruta de la vida, esto lo digo mientras estoy tirada en mi súper y requetenuevo sillón blanco, el mismo que debe estar en la cabeza de ella en este momento.

Te llamo

Él dijo que me iba a llamar, yo no se lo pedí. Te llamo a la tarde así arreglamos para ir al cine. Está bien, llamame al celular, no voy a estar en casa. Eran las tres cuando sonó mi celular mientras cruzaba Santa Fé. Jamás, jamás, jamás lo encuentro de una. Sigue sonando y yo sacando cualquier cosa, y tratando de que no se me caigan, así como una loca, pienso que no voy a llegar. No llegué.

Me pongo a putear, mientras guardo todo lo que saqué en el bolso, aprieto el botón para ver el número que me llamó. Era mi hermana, falsa alarma. Miro el reloj, recién son las tres, tampoco la pavada, el cine empieza a las 10, así que hay mucho tiempo para que me llame. Esta noche es nuestra cita número dos, y aclaro que en la uno no pasó absolutamente nada. Vaya a saber por qué, pero desgraciadamente fue así.

Casi a las cuatro paso por la peluquería y pienso que sería bueno entrar. Dejo la cartera en un lugarcito mientras me lavan el pelo, una de las peinadoras, me dicen creo que tu celular está sonando. Salto de la pileta, como desesperada y cuando llego a la cartera, el sonido se apaga. Otra vez, mi corazón late como si fuera a explotar. Miro en llamados recibidos, no reconozco el número. Marco, no sea cosa que llame de un lugar que no conozco o de un locutorio. No, era un número equivocado.

Igual, falta un montón para la noche, y yo estoy chorreando agua a lo loco, mejor vuelvo a la pileta. Todos me miran un poco raro.
- Es que tengo un familiar internado les digo.
- ¡Ah! - dicen todos como pidiendo perdón.
¿Por qué hago cosas que me hacen sentir una pelotuda? Y después no me hago cargo. No, no tengo un familiar internado, estoy esperando un llamado de un tipo que conocí hace poco, que salí sólo una vez con él, que hablamos cuatro veces, y nos escribimos seis e-mails y que me dijo que hoy me iba a llamar. ¿Por qué actúo así? ¿A los hombres les pasa lo mismo cuando una mujer dice que los va a llamar? ¿Todo su universo se convierte en un inmenso teléfono? Y una hace mil cosas, para no pensar en el llamado, y mientras hace esas mil cosas lo único que piensa es en el llamado.

Al final, entre que me compré una camisita súper sexy, bien escotada, infartante, y pasé por el negocio donde venden aros y terminé comprando un par que hacen juego con la camisita, y que deben ser los 999 que tengo, se hicieron las 7. Reviso por las dudas los mensajes, porque un ratito en el subte no tuve señal. En eso llama mi hermana para contarme que su hijo fue elegido para cantar Aurora en el acto de la escuela, y yo que quiero que corte, y encima, hace que mi sobrino me la cante. Alta en el cielo… ¡Corta! Que no tengo llamada en espera, un águila guerrera… y le va a dar ocupado, azul un ala, la llamada falló, del color del cielo, la línea está ocupada, azul un ala del coooloooor deeeel maaaaaaaar. Chau, qué lindo estoy llorando, decile a tu mami, que después la llamo. Clic. (no sé que onomatopeya poner en celular)

Rápido marco el código para levantar los mensajes. Nothing, nada, nada, ¿andará bien el telefonito? Llamo a Mona para que me llame.
- Hola chica, cóm... – la escucho que me dice mientras le cortó.
El teléfono anda. Todavía faltan 3 horas para las diez, con que llame a las 8 y media, hasta la nueve, o las nueve ycuarto, o la nueve y media, estamos a 4 cuadras del cine.
Nada, el silencio me aturde. No aguanto más son las 9 y cuarto, lo llamo.
-Hola, ¿cómo estás?
-Bien, y vos.
-Bien, lo que pasa es que fui a la casa de una amiga, que tiene un bebe divino, bueno ya tiene 2 añitos, pero todavía usa pañales. Y se ve que jugando me apagó el celular. Y no sé si tuve llamadas, porque recién me di cuenta, cuando mi hermana me llamo al fijo, para ver qué pasada. Porque se había preocupado.
- Con razón – salta él, rápido como uno de los Increíbles- te llame como tres veces y no te encontré.
-Pero, no dejaste mensaje ...- le dije casi con miedo, hasta cerrando un poco los ojos como para no ver el tiro-. ¿Noooo?
-No esa cosa de los mensajes me enferma, no me gusta dejar mensajes.
Si le digo que es mentira lo que le dije antes, quedo como una estúpida, y si no se lo digo, también. ¡Qué disyuntiva!
Son las doce, al cine fui sola, el celular lo dejé en casa cargando la batería, y la película se convirtió en un drama, a pesar de que era una comedia.

Esa no es

Lo de los pepis trajo cola, es que Mona le contó a Marcia, del artículo y se ofendió conmigo, porque me dijo que no hay derecho a mostrar así su intimidad, y no es que ella es una "finoli", sino que yo soy una ¡inmunda! (así con signos de admiración y voz fuerte).

Le dije que nadie sabía quién era ella, porque foto no hay y Marcias hay muchas, (aunque pensándolo bien, no hay tantas, ¿no?) Pero bueno, había que convencerla, entonces para que se quede tranquila les digo que si piensan que es la Marcia que alguno conoce, esa no es.

Y de ahora en más, no puedo usar su verdadero nombre, porque hasta me dijo que si seguía con esto, iba a tomar otras acciones. Espero que sea que no me hable más, o que me borré de su Chat y no se haya referido a juicio o abogados.
Para evitar perder a una amiga, en el futuro la llamaré Loli, y todos contentos.

Servicio de ayuda al lector


Aquí va una foto para todos aquellos que dicen no conocer una glicina (cliquear para más info).
Espero les haya aclarado el panorama.

Domingo con olor a glicinas

Tres vueltas más y termino, el cansancio se nota. Un esfuerzo más, y justo cuando parece que la energía se pierde es cuando huelo el olor a las glicinas, que están ahí en la pérgola. No me había percatado de ellas, pero ahora se ve que el viento cambio, y sólo es su aroma lo que llena mi universo. Cierro los ojos inspirando profundamente, y cuando los abro la geografía humana de la plaza empieza a cobrar vida.

Dos cartoneros, que dejaron estacionado contra el cordón su carrito de supermercado, atiborrado de bolsas negras de consorcio, están recostados en el césped, y en el medio de los dos hay un tablero de damas. Un tablero casero, hecho con algún cartón de los que levantaron. Las líneas están perfectamente trazadas, horizontales, verticales, y diagonales. Perfectas, líneas negras sobre el cartón marrón. Están jugando un partidito, las fichas son blancas y azules, de plástico.

Un poco más adelante, un viejito está sentado con las piernas subidas, así como se suelen sentar los adolescentes, sus talones contra sus nalgas. Y al lado su hijo, que le habla de vez en cuando. Los dos parecen tristes. Dos niñitas bajan corriendo y rodean a la palmera de la esquina, tienen unos vestidos azules muy oscuros, muy cerrados, también llevan medibachas azules. Se las ve tan oscuras, pero con la vitalidad de un niño, corren, se ríen, un poco más lejos está el padre, lleva un kipá en la cabeza. Parecen de otro tiempo, como de película antigua. Un dogo se acerca al caniche blanco.

Una más y termino. Un chico con el pelo gris alborotado, está tirado en el pasto, que aún conserva el olor de recién cortado, junto a su novia, quien le ceba mate. Otro hace no sé qué cosa con el pelo de su chica, parece como que lo está limpiando de algo. Las tres señoras, optaron por las sillitas de playa, en vez de lonas o toallones, charlan y charlan una se descalzó, los pies desnudos disfrutan del verde. El padre le saca fotos a la nena que le tira maíz a las palomas, toda una producción, dejá la bolsa, tirale con la mano, sonreí, está rodeada por ellas pero no parece tener miedo, sonríe para la cámara. La señora con la paleta de madera en l mano, corre protestando porque su hijo le tiró la pelota de goma muy lejos, y los dos chicos coreanos, juegan con cartas de poker, mientras un pote de medio kilo de helado, se derrite a su lado. El señor boliviano come con las manos fideos con tuco, que saca de una bolsa de plástico, y su pequeño hijo hace lo mismo. Mete las manos en el envase, y las saca con los fideos chorreando, que se escurren de esta prisión involuntaria.

Son los últimos metros, el señor le pone un sombrerito al bebé que pronuncia en su idioma lo que sería "quiero ir a los juegos", el niño ya terminó de comer los fideos, los coreanos siguen jugando a las cartas, las niñas vestidas de oscuro cruzan la calle junto a su padre, el dogo está al lado del caniche blanco, y la señora se calzó unas sandalias negras, el anciano y su hijo siguen sentados callados, el viento le vuela la yerba a la novia del chico canoso cuando intenta llenar el mate, la nena ya se sacó todas las fotos, las palomas siguen comiendo maíz.
Terminé. Vuelvo a casa sola, pero feliz porque sentí que la vida estaba allí impregnada de olor a glicinas.

Escapes de gas

Últimamente fue un tema que trajo y distrajo a la población. Peligroso, por supuesto, que generó muchas quejas, protestas, participación de bomberos y de Defensa Civil, programas de radio y de TV y a mi me hizo pensar.

Debo advertir antes de que sigan leyendo, que el post puede tener escenas o palabras que afecten a algunos. ¡Delicados, abstenerse!

Hay una pregunta básica, que muchas/os nos hacemos: ¿Hasta dónde llega el límite de la intimidad? ¿Está bien un escape de gas, más comúnmente llamado pedo? ¿Es algo que puede tolerarse o es algo totalmente bochornoso, que día a día hunde la relación?

Hace poco... no, fue hace un tiempo (es que prefiero decir hace poco, por no ponerme a llorar), en plena ejecución del acto sexual, con la euforia, o los movimientos del momento, un gas osó escapar de mi. Porque ahí, hay otro tema que bien podría ser una discusión bizantina: ¿tirárselo o que se escape? Deliberación total, con fuerza abdominopelvianal, o sorpresayhumillaciónuyseescapó.

El mío se escapó, y en medio de esa batalla camal, con patas pa'arriba (no las de la cama, las mías), y en plena prosecución del orgasmo, ni dije nada, ni dijo nada. Pasó como si nada, y todo siguió bien. Pero yo sabía que había pasado, y él seguramente también. Sordo no es. Me sentí mal, porque quizás hubiera sido mejor haber dicho: ¡Uy, se me escapo un pedito! Con carita inocente, cual doncella virgen. Pero no era el momento, y si hubo un desubicado, no fui yo, sino él. El pedo, digo.

Me encontré con Mona y Marcía y les conté mi total bochorno. Y obtuve una confesión de Mona: su novio se los tira por doquier, sin ton, ni son. O sería con mucho ton,ton,ton...
-¿No se le escaparán? - le pregunté, intentando alguna defensa posible del muchacho.
-Escapársele, no mon cherry, se los tira. Y hasta hace anuncio de lo que va a ocurrir. El otro día, abrí la puerta para recibirlo y me dijo vine con alguien… y adivina quién era.
-¿Y vos?
-No te juro, que no. Yo me aguanto.

Quizás por eso también tenemos los hijos, somos más sufridas. Hablando con otras y otros he llegado a la conclusión de que más o menos serían los 3 meses de relación los que dan carta abierta a los gases corporales. Es en ese período, donde la pareja ya está un poco más consolidada en que parece ser que un pedito no le hace mal a nadie. Pero para que no parezcan los culpables ellos. Tengo otra amiga que asegura que se tiran los dos, y hasta hacen campeonatos, y pueden agitar sábanas en época de muchas verduras.

Uno de mis novios (éste fue novio, porque viví 3 meses con él) era de lo demás pudoroso, cuando sentía el irrefrenable síntoma de uno, corría al baño y ahí se despachaba a gusto. Claro, que teníamos baño en suite, y muchas veces fui despertada con el estruendo de un prprrrprrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, pero bueno la intención era buena, y el olor no volvía con él.

Porque ese es el tema, el ruido vaya y pase, es el delator maldito de una necesidad fisiológica, pero el olor, ¿para qué le pusieron olor? Al gas natural le pusieron para que no mate a la gente, pues es inodoro y un escape no se detectaría. Pero a las humildes flatulencias humanas…cuántos se tendría que tirar uno para matar a otro ser. Debe ser para dejar mal parado aquel que pensó que su pedo no se escucharía. ¿Qué otro motivo hay?

Mona tiene un amigo, que ya en la segunda cita se pedorrea a gusto, como orgullo de su producción.
-¿En la segunda?
-Sí, viste y luego vive quejándose, que ninguna mujer le dura.
-Se le van por lo pedos.
Obvio, encima hay mujeres para las que un pedo, es algo así como la bomba nuclear. Marcia, odia hablar de estos temas escatológicos, cuando una menciona la sonora palabra (como bien dice Fontanarrosa: "Despreciada por la clase culta, como la mandarina en las frutas") hace gestos de horror, de asco, de no sé qué.
- Siempre vos con tus asquerosidades – me dice mientras frunce la nariz como si hubiera olido uno.
-¿Pero no te tiraste,'o se te escapó, nunca uno en la más estricta soledad?
- Cállate, por favor…-Y se tapa los ojos, más que los ojos se tendría que tapar los oídos, o la nariz. Y yo me preguntó, más allá de compartirlos, algunos debe tener.
Si hay un médico entre los que me leen, ¿puede ser que haya personas que no se hayan tirado uno en su vida? ¡¡¡Vaaaaaaaaaaaaaamooooosssss!!!

Los metrohombres ...

Se vienen los:

Metrocagadores
Metrosimuladores
Metroinfieles
Metroimpotentes
Metrocelosos
Metrocontroladores



Pero para que no digan que la tengo con los hombres
(ya quisiera yo tenerla!),
también los:

Metrosoñadores
Metrorománticos
Metroprotectores
Metroamorosos
Metroapasionados
Metrocompañeros

¿Por qué no salió nada de las metromujeres...?

¿Qué pasa?