Cama afuera

"Nena, el próximo cama fuera”, eso me dice mi mamá cuando me aconseja sobre temas de pareja, o cuando pregunta por qué hace tanto que no le presento a nadie. O, cuando analiza porque se terminaron mis relaciones, una por una, con una visión totalmente arbitraria del asunto, y agregando datos, que yo misma desconozco.
Las madres tienen esa capacidad de inventar cosas, que ellas mismas creen que son reales.
Es que las mujeres independientes, o los hombres podridos de las mujeres independientes, instalaron esta modalidad, que como todo tiene sus ventajas y desventajas.
¿Funciona el hecho de no estar todos los días juntos, para que una relación sea duradera?
Parejas de famosos como Woody Alen y Mia Farrow, tornaron mediática la cama afuera. Por como terminaron, no sé si será un buen ejemplo. Porque él, no sólo se llevó la cama, sino a su hija adoptiva, como pareja. Ejemplo, que bien podría usarse como una de las desventajas, pero es el que me vino primero a la mente.
El tema de la cama compartida, o no, todos los días, es un tópico de debate en más de un cumpleaños de amigos, tarde embolante de solteras no codiciadas, o discusión Mortal Comb entre los defensores de una y otra postura en una sobremesa del asado dominical.
Hubo una época, cuando salía con mi segunda pareja, que era yo la que iba a su casa, los fines de semana. Y en esos meses, vivía con el bolsito siempre a la espalda, como una especie de caracol, en vez de caparazón tenía la mochila siempre lista. Era la novia mochilera, pero alejada de la rutas, salvo la que me llevaba a zona norte. Santa Fe, Cabildo, Maipú.
Hay un detalle que no debe olvidarse: soy mujer. Por lo tanto, siempre faltaba algo en la mochila de fin de semana. O me olvidaba cosas, o la meteorología me jugaba malas pasadas.
Si llevaba musculosas, en pleno verano bajaba la temperatura a 18 grados, y terminaba el finde con un jogging de él, enorme, remangado en los tobillos, y con ojotas, con medias. Una cosa tan erotizante, como una mina con bigotes. Si llevaba ropa deportiva, surgía una fiesta.
Además, debía dejar de lado, la típica costumbre de sacar todo el placar para elegir qué me ponía. Creo que eso era lo que más extrañaba: el uso de la indecisión femenina. Sólo tenía dos míseros conjuntos, porque me iba directamente, del trabajo y no iba a estar cargando un bolso enorme.
El colmo fue una vez que llevé un zapato de cada par. Pero, como descargo, debo aclarar que eran negros los dos. Y sandalias.
Una de las cosas que adoraba de la cama afuera, es que cuando volvía a casa, el lunes por la noche, me acostaba en toda la inmensidad de mi dos plazas king size, y el silencio era sepulcral. Es que me faltaba la banda sonora de mi amado novio. Ronquido en do mayor, con la filarmónica Nidecostadosecalla.
Una de las cosas que más extrañaba en mi amplia y silenciosa cama, era el abrazo, luego de que hacíamos el amor, y el enredarnos las piernas, mientras hacíamos cucharita.
Sólo tenía que esperar una semana para estar así, arrullada por el masculino roncar.

La carpa, un derecho del hombre

Hay modas que cunden rápidamente por el mundo. Y sólo basta que alguien inicie algo para que todos sigan en esa línea. Así nacen tendencias, que llevan a muchas personas a pensar, hacer, o construir lo mismo.
Y no hablo de las obsoletas canchas de paddle, de los sobrevivientes videoclubes de barrio, las multifáceticas remiserías, los locutorios, los drugstore, o de la fecundidad de los cyber.
No, hablo de los maridos que inician huelgas, o acciones contra sus esposas, novias, o parejas. Por suerte todavía no se inició nada contra las amantes, por el solo hecho de ser amantes.
Todo empezó con un señor llamado James Wilson, que decidió mudarse a una carpa, que puso en su misma casa, para protestar contra su mujer. Y uniéndose al furor de los blogs, abrió uno donde cuenta toda la historia. Eso sí, está en inglés, con ese nombre era de suponer, y, porque además, él es norteamericano.
Ahora bien, esto no quedó aquí, o allí, el ejemplo cundió y hay varios miles que están protestando con sendas carpas.
Se sabe que junto a sus pertenencias, llevan radios, o televisores, y por supuesto los controles remotos. Algunos, se llevaron los controles sólo, porque las mujeres no dejaron que se lleven las radios o televisores, aduciendo que eran bienes gananciales.
También, fuentes confidenciales, confirmaron que la venta de carpas aumentó en estos días, y se descarta que sea por la época estival, pues ya no es la época estival. Por lo que se supone, seguirán adhiriéndose hombres que sólo quieren estar tranquilos.
Por los medios periodísticos, se distribuyó una foto, con miles de carpas en Minnesota, pero todavía la CNN no confirmó si se debe a una protesta multitudinaria de hombres a los que le rompían las pelotas en Minnesota, o simplemente un encuentro de mochileros.
Es de suponer, que la protesta siga, pues hay muchos caballeros que prefieren la pequeña incomodidad de una carpa, a la inmensa comodidad del hogar, pero con la mujer adentro.
Según entrevistas realizadas a mujeres, muchas dijeron que no creen que esto suceda en el lado femenino, porque les gusta dormir bien cómodas, en un colchón kingsize, con sábanas limpias, y que no podrían vivir un solo día sin el bidet.

Hot dance

Mi baile hot podría hacer que mi equipo fuera el ganador. ¡Qué responsabilidad puesta en mi culo, tetas, movimientos sexies y caradurismo total! Todo se dio en el cumpleaños de Mona, como no podía ser de otro modo.
Ella junto a su amiga Carmen, idearon un cumple digno de un programa de Sofovich, claro que con un equipo de producción muy bueno. Nos dividieron en equipos, y cada uno tenía que adivinar que persona había hecho tal o cual cosa.
Obviamente, las preguntas se referían a gente que no conocíamos, o por lo menos no tanto. Así nos enteramos qué mujer había sido remisera en un tiempo, qué hombre se ganó la vida tejiendo bufandas, quién acompañaba todas sus comidas con té, o había contratado una bruja para limpiar su casa, o le habían pedido que posara desnuda para un pintor, a quién lo había acosado un famoso, o había salido con un famoso, o había pasado su cumpleaños en una cárcel en el exterior. Y otras vicisitudes de la vida de cada uno, desconocidas para los otros.
La cuestión que el desconocimiento, los prejuicios que inclinaban la elección al que supuestamente daba el perfil, o la disparatada suerte hizo que empatáramos todos los equipos, en esa primera instancia de la noche.
El otro juego consistía en cata de cerveza, a ciegas. Tres vasos de distintas marcas, un catador por equipo. Me di cuenta, de que a pesar que se toma mucha cerveza, no se reconocen las marcas, porque decían cualquier cosa. Quilmes, fue confundida con Schneider, Heineken con Stella Artua, y Brahma con Heinequen, No acertaban casi ninguna.
Los catadores se quejaban de que estaban calientes, las cervezas, y eso perjudicaba el trabajo de la células gustativas, pero yo creo que no sabían un carajo. Una cerveza errada tras otra, llevó que por puta casualidad acertará una, un equipo, y otra, el nuestro. Y ahí, había que desempatar.
¡Baile hot, baile hot!- gritaron todos. Es que el hot dancing se impone a la hora que ya están todos empedados, y con ganas de cachondear. Es un clásico de lo cumples, quizás embuido de la filosofía de películas, o incluso de los shows que dan en las disco, de las despedidas de soltero, o del boludeo infernal que provocan tantas botellas de vino, cerveza y vacías. ¡Baile hot, baile hot! Los de mi grupete, me miraron y me dijeron: ¡Lo haces vos!
Y fui yo la que tuvo que defender el honor de mi equipo. La que tenía que darle la victoria que el catador de cervezas había perdido, que paradójicamente se llama Cato, pero no cató mucho. Como descargo diré, que venía de un casamiento que había empezado al mediodía y ya creo que no tenía lugar para catar ni siquiera entre vino o cerveza. Para él todo era alcohol.
Así que, me vi en la obligación de bailar lo más hot que pudiera, y valiente me fui al centro de la pista. Como no estaba la canción archiconocida e ícono de los bailes hot, Déjate el sombrero puesto, de Joe Coker, bailé con Like a Virgen. Si, ya sé que es una canción medio pedorra para un baile hot, y que yo de virgen no tengo nada, pero era lo que había.
Entonces con la silla de plástico blanca en el medio de la improvisada pista empecé a danzar. No voy a explicar todo lo que hice, sólo recordaré momentos memorables, como cuando me saqué una bota, y la lancé hacia un costado, y casi mató a Violeta y Lore. O cuando usé la otra para hacer gestos procaces entre mis piernas, o sea era la “bota consolator”. Me senté encima de Cato y lo besé apasionadamente, de mentirita claro, y luego fui hacia otro y me subí a horcajas sobre él, como imitando el acto sexual en la posición La Doma del Kamasutra. Ya decidida a conseguir el triunfo, jugué mi última carta y me fui con pasos muy “madonnísticos” del Like a Virgen, hacia el señor que estaba parado junto a su señora, y me agaché contorneándome en firme actitud de practicarle sexo oral. Un chico que estaba por ahí se cortó con un vaso el dedo, espero no haya sido por haberlo apretado con la mano.
Al final mi equipo consiguió la victoria, a pesar de que el baile de mi oponente, no fue menos sexy, pero tardó una hora en decidirse a hacerlo.
Los contrarios no aceptaron la derrota, y dijeron que habían ganado ellos, porque parece que el abrirse la bragueta mostrar un pedacito de calzoncillo blanco, y quedarse con el pecho al aire, sumaba puntos. Pero, qué gracia tiene que los hombres se quiten la remera, si no tienen tetas, digo yo.
Los demás, me daban el crédito a mí. “Te lo mereces por la actitud”, me dijo Mona, que al fin y al cabo era la cumpleañera y a la que había que darle la razón por su onomástico. El premio fue una bolsa de caramelos palitos de la selva, que comí en la más secreta soledad.

Verdad o consecuencia

Siempre había estado con hombres más bien fríos o secos. Quizás, ése fue el motivo por el cual me derretí, como un helado al sol, cuando él apareció en mi vida.
Era tan cariñoso, un melocotón de amor y dulzura, una miel pura y límpida, una torta de chocolate con dulce de leche, un panqueque de manzana con ron, bananas glaseadas con crema. Como era de esperar, tanta dulzura terminó pateándome el hígado.
¿A veces, las personas estamos tan necesitadas de amor, cariño o afecto, que no podemos distinguir la delgada línea que está entre lo normal y lo enfermo? Y no hablo de cosas graves, sino de cosas que miramos de soslayo, y abandonamos a un costado de nuestra mente.
Al principio pueden ser pequeños gestos, mínimas expresiones; pero, en pos del amor, o simplemente en pos de no estar solos, nos guiñamos el ojo, decimos bueno no importa, no es nada, y seguimos.
Algo así me pasó con mi última pareja formal. Mi novio de Miami. Él era obsesivo dominante. Sí, el típico que te llama veinte veces, y una más, desde que se fue al trabajo hasta que llegó al trabajo. ¡Qué amor, nadie me llamó tantas veces!
Que te vuelve a llamar luego de media hora, desde que llamó la última vez, para ver qué estás haciendo. O si estás en un almuerzo con amigas, llama una y otra vez, para preguntarte dónde dejaste la factura del teléfono que vence dentro de 15 días, o para ofrecerte a pasarte a buscar, y cuando va, se baja y se queda charlando con ellas un buen rato.
El que quiere conocer a tu psicólogo, a tu masajista, a todos tus primos lejanos, y te acompaña al médico, siempre, siempre, siempre y discute con él sobre el tratamiento, o la medicación que te va a dar. Y si no le gusta, te dice que jamás se te ocurra volver, que ese médico quizás no se haya recibido y que el diploma que cuelga en la pared es trucho.
Pregona a los cuatro vientos, y a quien quiera escucharlo, que le gustas tanto, tanto; pero a la vez sugiere dulcemente que te cambies el peinado, que uses pantalones no tan ajustados, que el color rojo definitivamente te queda mal, que sería bueno que uses aparatos de ortodoncia por un tiempo, y que no te rías tan fuerte que es no es elegante. Todo entre besos, cucuruchos de pasión, y sonrisitas.
Y, una al principio piensa, bueno lo hace porque me quiere, por fin alguien que se ocupa de mí, que me acompaña y me protege.
Porque nada se maneja en un nivel agresivo, nooooo todo es melaza con pan caliente.
Y si en un momento todo su ampuloso amor, sus palabras cariñosas, sus gestos caballerosos, porque es capaz de poner la capa para que no pises el fango, puede hacer que una muera de amor por él.
Luego, sus continuas críticas recubiertas de glacé real, y las ganas de digitar cada momento del día, cada actividad, cada mirada, y palabra, hace que una se sienta en un corralito afectivo.
El tiempo en que se tarda en descubrir todo esto, es directamente proporcional a la necesidad de afecto de la persona. Imperiosa necesidad.
Y el tiempo que se tarde en dejarlo y huir despavorido, es inversamente proporcional a lo sinceros que seamos con buscar un amor de verdad, y no esta mediocre copia del original.

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El parásito

Siempre hay una mujer que puede soportar a un parásito al lado, y cuando digo parásito me refiero a esa especie de hombre que lo único que pretende es ser mantenido, o por lo menos hacer el mínimo esfuerzo para mantenerse. Y por eso recurrirá a todo su bagaje de seducción, romanticismo y otras lides, para hacerle creer a la mujer, que la necesita, que ella es su tabla de salvación.
Cuando empieza la relación es un príncipe encantado, pero, ¡ojo!, ese príncipe se convierte en sapo cuando se lo besa una y otra vez. Un batracio que lo único que quiere es estar tirado no haciendo nada.
Eternamente vestido a la moda, con las mejores marcas, perfumado al extremo, y listo para dar el salto cuando menos se lo espere. Es un tipo realmente encantador, para los otros claro. Y hará que todos nuestros amigos o familia caigan bajo sus dotes de hipnotizador. Simplemente lo adorarán. También ejercerá sus habilidades como latin lover, ya que sabe cómo volver loca a una mujer en la cama.
Y no es raro, que al mes de salir ya quiera venirse a vivir a la casa de una. Y ofrezca hacer tareas masculinas que jamás culminará, la ventana seguirá cerrando mal, y la lamparita del pasillo, permanecerá quemada. Ni tampoco aportará para la luz, el gas y el agua. Sus manos no osarán ensuciarse como las de los mortales que emprenden la dura tarea de trabajar. Y si hace un gastito, lo echará en cara toda la vida.
Siempre tiene empresas desconocidas, compañeros fantasmagóricos que nunca veremos, o está por cerrar el negocio del siglo, para lo cual necesita un préstamo.
Por suerte a pesar de mi mal tino para elegir parejas, esta especie estuvo siempre alejada de mí, a lo sumo me encontré con uno, o dos y duraron muy poco. Llegaron hasta el momento en que tuve que pagar más de lo que consideraba normal. Y, no es porque sea chapada a la antigua, y piense que el hombre tiene que pagar todo. No, si hasta he compartido con otras parejas, el costo del telo. Pero hay casos y casos.
Y el de este sapo oportunista es muy notorio, nunca tiene cambio, se olvidó la billetera, le cerraron la cuenta por culpa de su ex, le robaron el maletín del auto, miles de excusas para no desembolsar un peso. Pero esto no se da sólo en dinero, evitará cualquier cosa que le provoque el mínimo gasto de energía.
Uno de estos parásitos que pasó por mi vida, y que pudo obtener unos cafés, más unos cien dólares que le presté y por supuesto nunca más vi, puteó y reputeó, se acordó de todos los santos habidos y por haber, porque tuvo que cambiar la goma pinchada del auto, mi auto, en el cual yo lo llevaba a pasear.
Luego de que estuve escuchando una sarta de palabras, en cuanto a realizar esa tarea, y como se ensuciaba sus bellas manos, me aclaró:
-Sabés, no tengo un mango, si querés cenar me tenés que invitar.
Claro, que lo invité después de todo no se le niega un deseo a quien van a ejecutar. Más que ejecutar, diría eyectar, porque ese día lo eyecté de mi vida. Y con que ganas le hubiera dado una patada que lo llevara al espacio sideral. Justo me mudaba, y lo que hice fue no darle mi nueva dirección, ni mi teléfono.
Lo encontré en un boliche meses después, totalmente ofendido, por este motivo. Fue cuando le dije:
-Me debes cien dólares- y entonces se ofendió mucho más.
-¿Qué te crees que no te lo voy a pagar? ¿Qué yo me llamo, cien putos dólares?- me dijo en tono melodramático, mirándome fijamente a los ojos, pero de meter la mano en el bolsillo y darme la guita, aunque sea en pesos, nada.
Nunca más vi el dinero, ni al él tampoco. Pero, creo que al final esos dólares fueron una inversión en tranquilidad.
Y para alertar a cualquier dama que tenga un espécimen de éste en su vida, sepan que jamás va a dejarla, salvo que aparezca una con más guita que le dé bola. No es del tipo que se va sin que lo echen. Hay que echarlo, y para esto junten toda la paciencia, porque es un bicho muy difícil de erradicar.
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Las rompecocos

-¡Julián, esta mayonesa no es lait!– le dijo ella, agitando en el aire el paquete que el maridito había traído corriendo desde la última fila de góndolas del súper. Faltaba poco para que les toque su turno en la caja.
El hombre, entrado en kilos, tomó el paquete donde se leía "light" en letras grandes, abrió los ojos aún más grandes, y la miró como para matarla, o por lo menos para decirle, "vos sos idiota", pero ella no le dio tiempo.
-Julián, si sabés que esa mayonesa lait es trucha, te lo dije el otro día. Ves que nunca me escuchás. Total a vos que te importa, con lo cerdo que estás. Pero yo me cuido, y no pienso comer esa mayonesa que no es lait. ¡Devolvela!
-Pero si es buena, es de primera marca, es la de la propaganda, y acá dice...lig
-Ya te lo dije, ves que nunca oís lo que te digo. Te lo dije ayer, Julián, ayer, me acuerdo bien. Te dije que Chichi me contó que es mentira que es lait, que se lo dijo el chino que le pone las semillas en la oreja. Julián devolvela, porque no la pienso comer y trae otra. ¡Y apurate, que ya nos toca!
-Ésssta me tiene los huevos llenos- masculló el marido, cuando salió corriendo a buscar la otra mayonesa. Por suerte, para él y todos los que estábamos allí, llegó justito para pagar la cuenta.

Lo reconozco, hay una raza de mujer que es la rompecocos. Y, lo peor, es que todas podemos ser potencialmente una.
¿Es por causa del sistema hormonal, de la naturaleza femenina, o quizás de la incomprensión a la que fuimos sometidas miles de años, y es una forma de vengarnos? No lo sé, pero que a veces rompemos los cocos de manera infernal, no lo puedo negar.
La cuestión es ser insoportables part time o full time. En este último caso, lo más probable es que el hombre huya despavorido mientras ella dice, "al final nadie me entiende".
Lo part time puede darse por algo circunstancial, por un motivo en especial y que a veces puede ser muy entendible. Querer tener sexo cuando él está mirando la final de algo, fútbol, tenis, TC. O querer tener sexo cuando él no quiere. O simplemente querer tener sexo.
Y sí, debo reconocerlo, mal que me pese, la menstruación juega en contra, y esos días también pueden ser un motivo para convertirse en la temida rompecocos. Bueno, qué quieren con el cóctel de hormonas que tenemos.
Hay preguntas, cuya repetición favorece la mutación. Preguntar, si la quiere, si la extraña, si la engañó, si está gorda, si la quiere, si la extraña, si le gusta la nueva compañera tetona, si la quiere, si la extraña, si está gorda, si la quiere, si la extraña.
En estos casos circunstanciales, el hombre sabe que pasara, que en algún momento el sufrimiento terminará, y la rompecocos, se transformará como por arte de magia, en su dulce princesita. Por eso lo asume estoicamente.
Pero hay otras féminas, que se instalaron en el “rompecoquismo”, e hicieron de él un deporte, y rompen los cocos porque sí. Lo peor que estas mujeres, ya, no sólo se lo rompen a los hombres, sino que se lo rompen a todos los que se acercan a menos de un metro de ellas, hasta a las de su misma especie.
Y, una piensa, si me convierto en ésto me corto las venas con una Oreo, mirando Gilmore Girls. Lo juro.

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Silencios explosivos

Una discusión siempre empieza por algo. Y el fósforo que prende la mecha, puede ser una mala contestación, una sonrisa inapropiada, una boleta sin pagar, una crítica, o simplemente un palabra, pero algo enciende el petardo que hará explosión entre los dos.
A veces uno sabe que hay ciertas cosas que mejor obviar, no decir, callar; y otras veces descubre iso facto que hay nuevas cosas que mejor obviar, no decir, callar.
Pero también es cierto que para discutir se necesitan dos.
Siempre me caractericé por no dar pelea a gritos, y mantener la calma. Mi silencio embravece al oponente, que sólo habla y habla, con el vil deseo de escuchar respuestas. Pero como sé que esas respuestas no hacen más que avivar el fuego, opto por callar.
Es muy raro, pero en ocasiones, como por arte de un asombroso conjuro, las incogruencias de la gente logran hacerme enmudecer, en vez de gritarles en la cara por qué son tan pelotudos. Me di cuenta que mi boca cerrada, puede hacer que las cosas no pasen a mayores, aunque al principio parezca lo contrario.
Pues, bien sé que el que pelea solo, a la larga, se cansa y deja de batallar. Porque no hay nada peor que pelear contra alguien que no ofrece lucha. Y no es por cobardía, sino simplemente por no engancharme en discusiones inútiles.
Desde luego, que hay peleas y peleas, y cuando se hace insostenible el silencio pues el tema es muy importante o están en juego valores personales, ¡ah! bueno, soy capaz de defender mi postura con garras y dientes.
Pero, como la mayoría de los casos la gente discute por pelotudeces este sistema funciona a la perfección. Por eso digo en el caso de las discusiones por nada, el silencio es salud. Shhhhhh.

Cerebro de hombre, cerebro de mujer

Seguimos con las diferencias entre el hombre y la mujer, hablo de las físicas; de las otras, mejor demos vuelta la hoja. Ahora los científicos descubrieron que el cerebro del hombre es diferente al cerebro de la mujer. Y no se trata de tamaño, sino de funcionalidad.
Parece que hay una moda que impone hacer investigaciones en los cerebros, y me pregunto si todas esas investigaciones logran algo, porque siempre estamos igual, no cambia nada. Y lo peor que muchas se veces se contradicen.
Hace un tiempo, el año pasado, bombardearon las noticias con que la voz de la mujer agotaba el cerebro del hombre, y yo me dije:
-¿Han gastado mucho dinero para averiguar eso?
Si es algo sabido, y si lo agota normalmente, ni se imaginan cuando está mirando TV, y aparte le agregaría no sólo la voz lo agota, sino todo lo que va detrás, es decir la mujer.
Sin embargo, todos esos estudios no los hace Pepito, el almacenero, sino universidades muy prestigiosas, con profesores, doctores, masters, cerebros en sí. Cerebros por su inteligencia, porque espero que las investigaciones las hagan con los cerebros puestos, y no se los saquen a la gente, que ya para esas cosas están los pobres ratoncitos, conejos y demás.
En fin, que la voz de la mujer agotaba al hombre rodó por cuanta web andaba por ahí, y entonces mi prima se lo contó a mi tía, que inmediatamente le gritó a mi tío, con su timbre de voz compleja como decía el artículo:
-¡Coco que no tenés la culpa, de que te rompa las bolas con mi charla, es por tu cerebro!
Él interpretó mal esa frase, pensó que le decía "descerebrado", se enojó y empezaron a pelear. Pero ella no le dio bolilla, porque ya sabía que no era personal, sino diferencias de género. Por supuesto que mi tía no pensó esto, sino, “bueno el pobre no tiene la culpa de tener un cerebro de hombre y yo tampoco de tener voz de mujer”.
La última noticia de cerebros es que el hombre tiene más materia gris, y la mujer, blanca; y que procesan de diferente forma la serotonina, un neurotransmisor que tiene que ver con la sensación de bienestar y felicidad. Así, en situación de estrés, la disminución de la serotonina se asocia en los hombres a un incremento de la agresividad y en las mujeres a un aumento de la depresión.
Fijemos un ejemplo: el hombre choca el auto ¿qué hace? reacciona mal, se pone loco y se pelea con el otro. ¿La mujer?Estalla en llanto. Todo por la materia gris y blanca.
Otro caso, viene la mujer y le dice que lo engañó con otro. El hombre entra en cólera, y agarrate Catalina. Si es el hombre que le dice, estoy con otra. Ya lo sabemos, una semana lágrima tras lágrima.
Ahora bien, la otra vez estudiosos habían concluido que el hombre era más propenso a las depresiones. ¿En qué quedamos? ¡No me vuelvan loca, plis!
O será que con esa agresividad hacen estragos, pelean, gritan, se agarran a las trompadas, insultan, patean autos, mean en la vereda, y luego se ponen mal por lo que hicieron y caen en la depresión...

Dime con quién andas...

He tenido esta discusión con más de un amigo, y hasta me tildaron de resentida, y envidiosa. Y es que en este tema la línea que separa la objetividad de los otros sentimientos es muy frágil y se puede quebrar en cualquier momento. Lo reconozco. ¿Por qué negar nuestros lados oscuros? Incluso, yo misma me lo he preguntado:
-¿Estoy diciendo esto por pura envidia?
A lo que siempre me contesto, que no.

Pero, es que faltan pocos años para que esté más cerca de los 40 que de los 30, y viendo que los hombres de mi generación mueren por aquellas mujeres casi recién salidas de la adolescencia, o salen con ellas, o cogen con ellas, o están en pareja con ellas y salen y cogen también, o simplemente mueren cogiendo con ellas, como el tío de un amigo que murió en un telo tomando Viagra, la pregunta del millón surge:

¿Por qué las pendejas buscan hombres grandes?
O será que ellos las buscan. Un amigo cuarentón pasado, sale con una chica de 20, él tiene buen pasar, muy buen pasar. Otro amigo de 35, sale con una de 19, él también tiene buen pasar, auto 0 km, loft en Belgrano, vacaciones en el exterior, y plata siempre en la billetera. Otro de mis amigos, ya va por la segunda de 21, por lo menos entre las dos suman su edad: él tiene 42, buen pasar también y un hijo de 18, que mira con cariño a su mami postiza, en cualquier momento le clava el zarpazo.
Se viene la pregunta del otro millón:

¿Las pendejas sólo salen con tipos grandes si estos tienen guita o buen pasar?
Porque nunca vi a una pendeja que salga con un viejo pobre, ¡pobres viejos! Claro, a ellos qué les importará si es por interés o no, si se la cogen igual. Y a ellas que les importará, si también obtienen beneficios. Al fin y al cabo, es una relación mutualista, el tipo de relación en donde ambas especies viven juntas y salen beneficiadas.
Nunca voy a poder tener una relación así, ni con uno de 70, ya que más o menos esa es la edad para que yo venga a ser una pendeja para él. Lo admito, no puedo coger por dinero, y si pudiera sería puta. Y ni me preocuparían estos temas. O quizás sí, la verdad ni tengo idea.

A veces pienso por qué se dan estas cosas, y cuando se los pregunto a ellos, mis amigos cuarentones, se ofenden, y dicen que los quieren por lo que son, que las enamoraron con su personalidad. Entonces...¿ por qué van con las niñas del brazo como trofeos? Y se matan en el gimnasio para lucir fuertes y musculosos, si nunca cuando éramos mucho más jóvenes se le daba por eso, por qué tratan de hacerse los pendex, y hacen gala de la edad de su chica, o infanta en algunos casos, y no lo digo porque sean de la realeza.
Y si digo esto no es por rencor. Aprovecho y me pregunto:
- ¿Es por rencor?
- No, ni ahí- me contesto.
Como decía, no es por rencor o ganas de tener uno de 20 colgado del brazo, o de mis tetas (Moria dixit), no que va...lo digo porque hay cosas que son como son, no hay que ponerle ningún otro nombre. Saben tengo amigas que también salen con pendejos, pero lo mantienen casi en secreto, nada del bracete en vía pública.
Se me ocurre una tercera pregunta del millón:

¿Si los de cuarenta salen con las de 20, y los de 20 con las de 40, los de 20 que no necesitan de estas cosas con quién salen?
Ni me contesten, no se gasten.