Ojos que no ven, corazón que no siente

No aguanto el suspenso. Es así. No sé por qué. Puedo llegar a levantarme en el punto de máxima tensión de una película de este género e irme al baño, a servirme algo de la heladera, o, inclusive, si el suspenso es mucho a hacerme un té, mientras me asomo con los ojos entrecerrados a pispear qué pasa en la pantalla.
Otra técnica, si es un Dvd puede ser avanzar los cuadros, y volver a atrás luego de que ya sé que sucedió. Lo siento por el director que se afanó en lograr esa atmósfera donde se corta la respiración, donde cada paso, cada gesto, cada movimiento está orientado a provocar esa angustiosa espera por parte del espectador.
Por todo esto, odio cuando, a pesar de mis negativas, mis amigos me convencen y voy al cine a ver una película de este tipo, pues mi grito en el momento cumbre asusta más a la sala que el brillo amenazador del cuchillo del asesino.
No lo soporto. Por eso no veo los partidos de la selección.
Mona, Loli y Violeta pensaban que no me gustaba el fútbol, y que ése era el motivo de que no quisiera ver el partido con ellas. Sin embargo, hoy les confesé la verdadera razón: es porque no aguanto el suspenso. Ellas se mataron de risa, pero no es nada gracioso.
Un partido de Argentina en la copa mundial, para mí, es peor que una película de Alfred Hitchcock.
Qué mayor suspenso, que esa pelota pasando de jugador en jugador acercándose al aérea chica, esa pelota que roza el arco pero que no entra, los tiros de los contrarios acariciando los palos del nuestro arco, y ni hablar de definición por penales, es demoledor para mí.
Una vez fui a una cancha, a ver un partido, era Boca contra Vélez, sufrí tanto, que empezó a dolerme el pecho, y terminé en una guardia temiendo que fuera algo cardíaco. Sólo eran nervios.
Lo mejor es estar distraída haciendo otras cosas. Cuando escuchó un gol como a lo lejos, enciendo el televisor, y festejo como una loca en la repetición, y luego lo apago inmediatamente. Hasta que el próximo grito popular, o las bocinas de los autos me alerten de la nueva victoria.
Así voy sobreviviendo al mundial, y apoyando a mi querido equipo ronda tras ronda.

En la cama se ven los hombres ( I )

De todos los señores que pasaron por mi cama que, para felicidad mía, y horror materno, no han sido pocos, he podido hacer una especie de estudio del comportamiento masculino frente al acto amoroso.
Quizás alguno se encuentre identificado y para evitar que me acusen de esto o lo otro, podría poner “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, pero, lamentablemente en esta ocasión habría que decir “cualquier parecido con la realidad es posible”.
Y pongo el pecho a los golpes, que por cierto, la naturaleza me dotó de buenos airbags.

El mudito: es aquel hombre que no emite sonido alguno, ni un sí, sí, sí, ni un mmmmm. Nada. Una se queda esperando algo, un mínimo murmullo. Por lo menos a mi me gusta escuchar algún suspirito, pero siempre que estuve con un mudito, noté como que todo pasaba por su cara, como si estuviera haciendo fuerza, pero nunca salía ninguna palabra, onomatopeya, o simplemente vocal, aaaaaa, o uuuuuu. Nada. (Este no es el caso del mudito porque no se puede hacer ruido, en el cual estar calladitos haciendo el amor es muy erótico.)

El relator deportivo: cuenta todo lo que está haciendo, paso por paso, y una siente que está en una cancha y que de pronto el que te está haciendo el amor es Niembro, que nada tiene que ver con su miembro. Es como anticipar la jugada, no usa el efecto sorpresa. Es algo extraño escuchar: y ahora te beso en la boquita tan linda, y voy para allá donde están esas tetitas deliciosas, y mire la panshita, uy qué lindo ombliguito, mire como le como el ombliguito y lo chupo, mmmm, y ahí, ahí… más abajo, voy más abajo…Y cuando llega al aérea chica ni te cuento, el gol es un relato digno de Víctor Hugo Morales. Y sigue, y sigue, y le va a pegar, y goooool.

El encuestador: éste es el que menos me gusta, y que me saca de todo clima posible, y hace que nunca pueda llegar al orgasmo. Y muchas veces me vea en la necesidad de mentir. Es el que te pregunta todo el tiempo: si te gusta, si te calienta, si la tiene más grande, si es el mejor amante, si te hizo gozar más que ninguno, etcétera, etcétera. Podés estar gritando como una chancha que la van a degollar, en pleno proceso hacia el punto del éxtasis orgásmico, y él sale con un: ¿te hago gozar?, decime que soy el mejor; o: ¿te gusta?, decime que te gusta. Date cuenta que sí, no preguntes. ¡Socorro!

El aullador: sólo he tenido uno. Y hubiera creído que se trataba de un hombre lobo, si no hubiera sido tan lampiño. En el preciso instante que llegaba a su orgasmo el aullido, grito, chillido que daba, se escuchaba a tres cuadras a la redonda. Era totalmente bochornoso, sobre todo cuando el portero me miraba al otro día con ojos libidinosos mientras pulía la manija de bronce en forma procaz. (La solución en este caso puede ser ir a un telo, y que grite hasta que se quede sin voz.)

El mal hablado: le gusta decirte obscenidades, y por lo general va in crescendo, empieza con ¿sos mi putita? y termina con las más guarangas, en las que interviene hasta tu madre, o la madre de él. Usa mucho la palabra “pija”, para mencionar a su pene. A medida que su deseo crece, su vocabulario elegante decrece. También puede ocurrir que te pida también que digas groserías, y posiblemente pueda pedirte cuáles decir, pues es un catalogo de malas palabras. Es un verdadero pozo ciego parlante, sólo cuando está caliente, o cuando esta haciendo el amor con vos.

El gimnasta: es aquel que gusta de las poses más raras, y te pide que hagas esto y lo otro. Y no es un simple "levantá las piernas", o "pónete de costado". No, nada de eso. De pronto están enredados tal como un nudo marinero. Es un profundo conocedor del Kamasutra, el que leyó varias veces, y al cual quiere incorporar nuevas poses inventadas por él. Toda postura convencional, ya sea arriba o abajo, es algo aburrido y que no lo excita. También puede utilizar para sus propósitos eróticos, bancos, sillones, banquetas y demás. (Si te toca alguno así, conviene ir a tomar unas clases de gimnasia artística.)

El dictador: no deja hacer nada, todo lo dirige, todo lo pide. Quiere que le hagas las cosas que él desea, y no deja nada a tu libre albedrío. Te va dirigiendo, hacia los puntos que le dan placer, y te dice que tocar, que chupar, que acariciar, si te subís o te bajas. Es una especie de relator, que a diferencia de éste, que va relatando lo que te va haciendo, él va relatando lo que le tenés que hacer. También suele importarle un corno si terminaste, si te falta mucho o poco para que llegues a tu orgasmo. Cuando él termina, se termina todo. Y arreglátelas sola.

Para todos aquellos que sientan la palabra “feminista” latiendo en sus labios, quisiera decirles que muy posiblemente también se den las mismas características en las mujeres, pero hasta ahora, y, para desilusión de muchos caballeros, no tengo experiencia en eso.

Minga la igualdad

A veces, las mujeres podemos ser jodidas y pretender que los hombres hagan cosas que nosotras no hacemos. Algo así como “yo hago lo que quiero, pero vos no podés”. A veces.
Es ahí cuando la paridad de conceptos, de sentimientos, o de acciones se torna totalmente arbitraria.
Una amiga lleva años saliendo con un tipo fóbico al compromiso. Sí, de esa raza que pulula cada vez más en esta sociedad.
El destino hizo que ella conociera a otro que le caía bien, justo en una época en que el primero se había escurrido entre excusas. Uno de los típicos paréntesis de esa relación.
Como toda buena mujer, moría por el que se borraba cada vez que la cosa parecía que iba encaminándose hacia una relación más sólida. Por eso, dudaba si debía empezar con el nuevo, que no la convencía un cien por ciento. Pero, tenía una cualidad: era muy simpático.
Luego de unos días de indecisión - quizás despejada por el silencio total del fóbico-, comenzó a salir con el segundo candidato, y por lo tanto dejó de darle bola al primero, que -a su vez-, como todo buen hombre, empezó a darle más atención a ella.
La cosa que al final terminó saliendo con los dos. Obviamente, los señores no sabían de esto.
Uno recién comenzaba y el otro había resucitado como por arte de magia, de la magia del alejamiento de ella. Ese es el caso.
Fue un tiempo de suerte para mi amiga, porque se daba la puta casualidad que cuando uno le decía el típico “te llamo” y no lo hacía, aparecía el llamado del otro.
Ya a ella no le importaba la ausencia tan temida del prometido ring ring . Era como tener siempre un suplente en el banco.
Un día me llamó muy enojada, porque le parecía que el segundo le ocultaba algo.
-Lo llamé a la casa, y me contestó con evasivas, como que no podía hablar- me dijo con cierta indignación- ¡Seguro que está con otra!
Me quedé pensando un minuto. Puedo ser jodida, pero no injusta. Igualdad de derechos. ¿No es eso lo que siempre estamos reclamando? Igualdad de derechos para los dos.
-Pero... si vos te acostaste ayer con el otro. ¡No jodás! - le contesté.
Ella comenzó a reírse a carcajadas, al darse cuenta de esa realidad, y yo también.
-Tenés razón - me dijo todavía riéndose, para luego reconocer que no tenía ningún derecho a enojarse, o especular si había otra.
Así, somos a veces. Al final el primero sigue tan inseguro como siempre, y el segundo se borró sin previo aviso, se fue con su simpatía a otra parte. Así, son a veces.

¿Y vos, de qué te reís?

Y yo que me reía y subestimaba lo que decían muchas de las damiselas que habían venido a la fuckwear, o sea la passion party, me vi embuida por esos pensamientos también.
Es que en la época que los sex toy se convirtieron en elementos no temidos por las solteras de bien, o casadas satisfechas también, el diseño de los mismos ha evolucionado hacia una especie de Renacimiento de los objetos de placer. Una nueva era: la de los bichitos contentos. Patitos, conejitos, foquitas, y demás animalitos componen el universo del nuevo vibrador.
Es así que la creatividad de los diseñadores que están en las empresas que los fabrican hizo que dieran un enorme salto.
No ya del antiguo dildo, en madera o piedra, que vendría a ser la prehistoria de los consoladores; sino un gran salto del modelo más actual con forma de pene.
Un salto que llevó a que pasaran a ser un encantador objeto de color, generalmente de color fosforecente, o bien verde, o bien fucsia, rosa o amarillo, con ojitos picarones y sonrisa cordial. Tan inocente objeto, que más de una abuela desprevenida podría poner en el bolso del bebé.
Y aquí viene el tema. Muchas de mis amigas, que no nombro por expreso pedido de ellas, dijeron que no se meterían "allí" una cosa con cara. En ese momento me reí como loca, y las acusé de prejuiciosas, totalmente alejadas de la nueva tendencia de los consoladores sweety, las empuje hacia el rincón de las minas quisquillosas.
Pero..., ahora me sucede algo con Gusy, el gusanito feliz, o mejor dicho el gusanito que me hace feliz, y me dan vuelta en la cabeza los dichos de ellas, las caras de aprensión, y las miradas dubitativas mientras lo tenían vibrando en su mano, el día de la mencionada reunión.
Es que cada vez que Gusi entra y sale sonriendo, no sé si se está riendo de mí, o riendo conmigo. Y la duda, como dijo (o pudo haber dicho) Otelo, envenena.
No es que esté enojada con él, pobre sex bichito toy. No, nada que ver, pero he decidido no mirarlo más a la cara. Es triste pero es así.
Después de todo, quién me manda a comprar un vibrador marca Fun factory. Lógico que debía ser risueño.

Ayúdame a ayudarme

Sí, lo reconozco, en momentos de depresión post-separación he caído en la lectura de libros de autoayuda. En ésos, siempre best sellers, que te dicen cómo sobrevivir a una tragedia, cómo quebrar la dependencia afectiva, cómo lograr la inteligencia emocional, o cómo sanar tu vida. Todo por unos treinta y pico de pesos.
La lista sería interminable, y en tiempos en que el dinero -como el amor- no abundaba, podía pasarme una tarde de domingo leyendo en la librería para no gastar. Otros ejemplares llegaban a mis manos prestados por mujeres y hombres, (sí hombres) que estaban en la misma. Y debo reconocerlo, aunque me pese, también leí los de Bucay, que si ahora es el monstruo del plagio indecente, bien que vendía y era primero en los rankings, pues muchos (que lo negarían 3 veces) se empachaban con sus letras.
Es muy curioso, porque una está hecha mierda en el momento que los lee, y se siente más al leerlos. Seguramente el autor pensó en esta realidad para escribir tanto las causas de los males, como las soluciones, que si seguís paso a paso te salvarán la vida, o por lo menos te la harán mucho más gratificante. Eso sí...después de que se te vayan todas las culpas, que te genera saber cuán mierda sos.
Pero es lógico que uno los lea cuando está mal, porque si se siente bien para qué va a acudir a ese tipo de lectura. Si hay algo que rescato de esos libros es el tiempo que se tarda en leerlos, por lo menos es tiempo ocupado en no pensar. Es tiempo en que uno siente "este librito fue escrito para mí". Todo lo que dice es para uno, y uno es el protagonista indiscutido de todo. Y uno busca lleno de esperanzas...
Así, la lista de las características de la mujer que ama demasiado, la cumplís íntegra; los ítems para destruir tu pareja, los llevaste todos a cabo; los síntomas de una relación dependiente, podés recitarlos de memoria.
Todo está ahí para que te sumerjas una y otra vez en lo imperfecto que sos (casi siempre no es tu culpa sino de tus padres, o de una familia disfuncional), y en lo bien que te irá si seguís sus consejos.
La verdad, no puedo decir que esos consejos sean malos, lo que si puedo asegurar que más allá de proponerme firmemente hacerlos, nunca los pude llevar a cabo. Pero bueno, también me propongo pedalear 15 minutos en la bicicleta fija todos los días, y tampoco lo hago.
Me imagino a Louis Hay y a John Gray, mirándome y diciéndome "entonces no te quejes", claro que en inglés.
Si me pongo a pensar entre todos los libros que leí en plenas crisis sentimentales, porque nunca fue por otra cosa, en este instante me viene a la mente algo de Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus.
Es la imagen del hombre elástico, que no es el súper heróe. ¡No, nada que ver! Compara al hombre con un elástico, porque cuando él se va, si vos vas detrás de él, siempre se aleja. En cambio, si él se va y vos te quedás, como es un elástico, vuelve. Elemental, Watson.
Era muy fácil. Cuando él se fue, me quedé, no corrí tras sus pasos.
-Es un elástico, así que volverá cuando no se pueda estirar más, como dice en el libro- pensé.
Cuando él volvió, vino con tanta fuerza, que me dejó despatarrada en el piso, y siguió de largo. Puede fallar, decía Tu Sam.
Más allá de estas vicisitudes, a alguien le habrán hecho bien. Supongo con los millones de dólares que ganan en las ventas, al autor en primer lugar.

Coronación

Loli vino muy mal a la reunión de brujildas. Es que se enteró que su novio la había cagado justo en los días que se habían peleado. Técnicamente no sería considerado un engaño, en eso coincidimos las cuatro.
Pero, Mona saltó enseguida con que seguro la había engañado antes, y que entonces el fatito lo tenía ya desde hace unos meses. Y por eso estaba confundido. Violeta sostuvo que debía ser una compañera del trabajo. Yo no decía nada. Loli, con su carita preocupada, nos preguntaba si lo debía perdonar o no.
Todas me miraron, porque saben de mi teoría de que todos te cagan, seas consciente o no, y que sólo es cuestión de tiempo u oportunidades.
Por eso, ya no pido fidelidad sino silencio (buen título para un bolero).
Algo así como que nunca se sepa, o por lo menos que "nunca lo sepa". Un poco de astucia, al fin y al cabo si me engañan, que no sean tan tontos de que yo me entere. ¿Es demasiado pedir?
Ellas sostienen que no son todos iguales, y que todavía existen hombres fieles. Pero cada caso que aparece nuevo, va aportando un punto a mi escepticismo con respeto a la fidelidad masculina.
Igual pienso que si una se entera, y lo decide perdonar, este perdón tiene que ser cierto, y así se los dije. Porque no sirve de nada decir “te perdono”, y luego romper las pelotas todos los días. Para sumergirnos impunemente en la paranoia, en la sospecha que genera cada acto de los que podrían indicar que sigue coronándonos y no exactamente con la tiara de princesa o reina.
Actos que logran que nos convirtamos en una especie de Sherlock Holmes, pero depiladas.
Así puede suceder que el engaño sea verdadero o simplemente producto de nuestra herida confianza y credibilidad hacia él, cuando...

- A pesar que nunca le atrajeron los gimnasios y decía que eran cosas de putos, ahora se anotó en uno y va todas las mañanas. Se compró ropa nueva y encima se queda horas en el baño, y además adquirió una máquina para cortarse los pelos de la nariz.
Paranoia: él está haciendo todo eso por nosotras, para que lo veamos bien, porque quiere recomponer la relación.
Verdadero: es un infiel compulsivo, y se levantó a la nueva recepcionista del laburo, la que adora los tipos musculosos.

-Cada vez que queremos coger con él se muestra cansado, aduce estrés, o se da vuelta sin darnos un beso. Y cuando le preguntamos qué le pasa, por qué está así distante y taciturno con nosotras, y con falta de apetito sexual, dice que nada.
Paranoia: en realidad está pasando por una crisis personal, además le están serruchando el piso en el laburo, y teme perder el empleo.
Verdadero: está cogiendo todos los días con su nueva amante, una ninfómana que le exige cada día más.

-Suena el teléfono pero cuando atendés, cuelgan y no dicen nada. Esto sucede en varias horas del día. Si llega a pasar por la madrugada, seguramente él te diga que un loco está molestando, que no contestes.
Paranoia: es tu ex novio que no ves desde hace dos años, al cual dejaste y que descubrió tu teléfono nuevo de casualidad.
Verdadero: la amante -además de serlo- es una mina jodida que pretende enloquecerte, y que lo único que quiere que te separés de él, y que se quede solito para ella.

-Está en su computadora, cuando te acercás hace movimientos inequívocos de cerrar una página, o se levanta por la noche a chatear, o se encierra a hablar por teléfono en el baño, o corta cualquier tipo de conversación telefónica en cuanto te ve con un "Ok, lo hablamos en otro momento".
Paranoia: está armando tu fiesta sorpresa de cumpleaños y quiere invitar a tus compañeros del jardín.
Verdadero: está tan caliente con la otra que realmente no puede dejar de hacerlo aún a riesgo de ser descubierto.

Lamentablemente, las paranoias pueden darse en el 1% de los casos, y con buena voluntad. Pero más allá de esto, de lo que sí estoy segura es que si el perdón no es verdadero, la vida de los dos puede convertirse en un verdadero infierno, del que tarde o temprano querrán salir.