Fantasía de fin de año

Ella nunca lo había expresado en voz alta. Violeta no decía nada cuando le preguntábamos cuál era su fantasía sexual. Siempre se quedaba pensando pero jamás respondía la pregunta. Por eso nos sorprendió cuando, el otro día hablando de las fiestas de fin de año, descubrió su íntimo deseo.
-¡Esa! Esa sería mi fantasía sexual: que el primer minuto del nuevo año esté haciendo el amor con alguien.
-¡Cogiendo!- le corrigió Mona-. Sería algo así como el ¡happyfuck new year!
-Yo lo hice una vez – dije, recordando el memorable inicio de año 2004.
-¡Qué hija de puta!- dijeron las chicas.
Y enseguida empezaron a preguntarme con quién, dónde, qué año.
Nunca se los había contado.
-¿Fueron fuegos artificiales de esos que valen como 500 dólares o simplemente una bengalita de 1 peso?- preguntó Mona, que ya no se iría con todos los pormenores en su haber.
Dadas las circunstancias, fui a buscar una botella de champaña que me habían regalado, muy cara, y la abrí para tomarla con mi amigas, mis adoradas amigas, mientras les iba contando esa experiencia, única hasta hoy.
Empezar el primer minuto del año cogiendo con alguien nunca había sido mi fantasía. Suelo tener fantasías más bizarras, del tipo hacerlo en un baño de un bar, o restaurante, hotel 5 estrellas, estación de tren abandonada, con un desconocido. Con mi consentimiento, obvio. Una vez vi en una película la escena tal cual como me la imagino, pero ni recuerdo el nombre del film.
Habría que analizar por qué el tema del baño. Pero, ésa es otra cuestión.
La verdad a pesar de haber estado en pareja, en muchos 1º de Año, jamás se me pasó por la cabeza comenzarlo así. Será que en mi familia somos tantos, y encima les gusta reunirse, y pasarla juntos. Las fiestas de fin de año son la reunión alegre de mi enorme familia, que sigue y sigue agrandándose, brindando por un año mejor.
Siempre las fiestas fueron el beso-abrazo con uno por uno luego de las doce, la más grande de las primas que nos prepara todos los años las 12 uvas, para que las comamos rápido así hacen más efecto; la discusión eterna acerca de que la bombacha naranja trae más suerte que la rosa, y que la rosa no es para Navidad sino para Año Nuevo; la tía que cura el mal de ojo encerrada en el baño del quincho pasando la oración a quién quiera sucederla en esas artes; el tío ya bastante entonado por el alcohol que se pone a cantar (mal) cualquier bolero de los '50; la tía viuda que siempre llora porque recuerda a su esposo; los chicos corriendo entre todos, y los más chiquitos que explotan los chasquiboom como si fueran rompeportones; las estrellitas encendidas con el clásico, tengan cuidado no se quemen la cara; los primos adolescentes que empiezan a tomar sus primeras copas de champaña, y se ponen en pedo a la primera; y todos diciendo: este año Mali se casa.
Luego a las doce tanto mi hermano, como mis tíos, encienden impresionantes fuegos artificiales, Los chicos los esperan toda la noche, y los grandes también, para que negarlo.
Siempre las fiestas fueron eso. Y empezar cogiendo era algo que no correspondía a ese universo. Invariablemente fue así, hasta que un año me fui a vivir a Miami, y pasé las fiestas con mi pareja. Los dos solos. Su familia estaba en Colombia. La mía en Argentina.
No voy a decir que en ese preciso momento extrañé a mi familia, porque no sería sincera, pero antes y después, sí.
El sexo estuvo mágico, hasta místico, habíamos puesto velas encendidas por todo el cuarto, parecía la película Como agua para chocolate. Faltando muy poco para la medianoche, casi como en un ritual, nos habíamos desnudado y acostado en la cama que había hecho con sábanas que íbamos a estrenar como el nuevo año. En el momento justo en que daban las 12 y se escuchaban explotar petardos y cohetes en el cielo, yo estaba haciendo el amor con él. Mientras mi familia festejaba a miles de kilómetros de distancia.


Fotografía: zaxl4's

Historias de sexo y mujeres. II

Despertar

Me despierto y te veo dormido boca abajo, completamente desnudo. Miro tu culo tan perfecto, tan redondo, tan duro. Parece una manzana que me invita a morderla. Está blanco porque el short lo protegió de la mirada de otros mortales. Tengo el privilegio de verlo así, en toda su grandeza elevándose del cuerpo cual pequeña meseta afrodisíaca que provoca deseos en mi mente. Deseos de tocarlo, de acariciarlo, de besarlo.
Mi mano derecha comienza el recorrido desde tu cuello, baja por tu espalda y en círculos perfectos masajea tu culito, tan suavemente que parece que mis dedos no tocasen tu piel, tan blanca, tan suave, casi sin vello. Tan bello. Me calienta.
Escucho como respirás profundamente dormido, de vez en cuando un ronquido sale de tu garganta. Observo como tu piel debajo de mis dedos se hunde levemente. Pequeña impronta imperfecta de mi deseo.
Hace calor. Estás transpirando, tu piel está cubierta de un brillo especial, rocío salado que emerge de tus poros, mis dedos se humedecen al tocarte. Me los llevo a la boca para sentir el gusto salado de tus fluidos.
Reconozco con mis dedos cada irregularidad de tu espalda, ancha carretera de profundas banquinas. Acaricio tus bíceps como si fueran de plastilina y te los estuviese moldeando, todo en el más íntimo silencio. El dios profano, que tiene mi amor, descansa y no quiero alterar su sueño. Tus bíceps son grandes, dos bloques de granito. Son tan duros como tu pene erguido, paso las yemas de mis dedos por ellos como sintiendo cada fibra de sus músculos.
Te movés acomodándote, tu respiración se agita; yo me quedo quieta, no quiero despertarte. Quiero gozar con tu cuerpo entregado vaya a saber a qué sueños, quizás sueñes con mujeres desnudas colmándote de placeres, o con diosas con manos de seda que acaricien tu piel, o simplemente que estás durmiendo sobre arenas tibias cubiertas por espuma de mar.
Volvés a respirar tranquilo, tu figura luce como una obra de arte en la magnitud de las sábanas blancas. Me incorporo y muy suave comienzo a besarte lentamente, como si fueras una frágil copa de cristal. No quiero romper tu plácido dormir. Besos de sal y saliva que moja tu piel caliente y tostada, vértebra por vértebra, músculo por músculo, cuando llego a la meseta blanca me detengo en tus latitudes más profundas y me lleno de ellas.
Mi pubis se ha convertido en una enorme selva húmeda, una cálida sensación de sexo hinchado. Late como mango jugoso. Mis dedos se resbalan por ella, me pide tu miembro, pero prefiero esperar pacientemente con toda la pasión.
Beso tus nalgas, el punto exacto de la confluencia de tus piernas. Me encanta, me subleva este lugar tan profundamente tuyo. Mi lengua acaricia tus pliegues, mi cara se hunde, allí en el calor del trópico prohibido.
Sé que estás despierto, escucho los ruidos que el placer hace salir de tu boca, suaves quejidos que me encienden aún más. Siento como te movés para guiar mis besos. Te chupo, te lamo, te penetro.
Estoy ardientemente mojada, me siento sobre vos, te abro las nalgas y apoyo mi sexo sobre tu ano. Tu boca exhala quejidos de placer. Comienzo a frotarme. Una y otra vez, hacia arriba, hacia abajo, maravillosa sensación. Una y otra vez, húmeda viscosidad que lleva al orgasmo. Ininterrumpido placer de los dioses. Acabo y me recuesto sobre tu espalda, me acerco a tu oído, tu pelo está mojado de transpiración, olés como un bebé, te acaricio la mejilla y te digo: buen día, amor.

Foto: Omnia Mutantur

Historia de sexo y mujeres. I : Ella en el zaguán

¿Quién, yo?

Una vez pude ser infiel y no lo fui. Me arrepentí toda la vida. Mientras yo me debatía entre el bien y el mal, entre el deseo de coger con un tipo en una playa cubana a 8.000 kilómetros de mi pareja y cómo iba a mirarlo a los ojos cuando me fuera a buscar al aeropuerto; él me estaba cagando asquerosamente, también a 8.000 kilómetros de distancia.
Mientras mis pensamientos iban de la diablita a la angelita: hacelo, no lo hagas; dale qué importa quién se va enterar, con que lo sepás vos es suficiente; él se estaba “trabajando” a su compañera de trabajo.
Otra vez, fui yo la infiel y me sentí mal. Estábamos pasando una mala época, con otro de mis novios, con el cual convivíamos. No lo digo como justificativo, sólo porque era así. No lo aguantaba más. Justo apareció un viejo amor, que en cosa de una semana me llevo a la cama. En realidad no me llevo, fui yo solita.
El sexo fue una mierda, el viejo amor había quedado en el tiempo, la culpa me carcomía la conciencia, y al final no pude ni tener un orgasmo decente. Lo peor fue cuando llegué a casa, mi novio me dijo: ¡qué linda que estás! Lo reconozco la luminosidad que me da a la piel el sexo es por demás atractiva. Me sentí la peor hija de puta que existiera sobre la tierra.
Tanto una experiencia como la otra fueron desastrosas. No me considero una tipa infiel, que va por la vida corneando a todo hombre que tiene al lado. Pero tampoco quiero decir que no lo haría de nuevo.
Se puede hablar de la infidelidad femenina, desde una vereda y de la otra. De la que implica reconocer el hecho de haberlo sido alguna vez, y de la de las mujeres que nunca podrían ser infieles. Ya sea por motivos varios, jamás podrían entrar en ese juego de mentiras y verdades, o verdades y mentiras que implica un engaño.
Una vez le pregunte a una amiga, que era muy propensa a ser infiel, por qué lo era, y me respondió: porque soy fiel a mi misma.
En Argentina, en las últimas semanas, todo el mundo tiene el tema en la boca. Es que un caso policial lo puso en la agenda de los medios. Una señora de clase alta, con buen poder adquisitivo, buen cuerpo, y una familia de las tradicionales que viven en un country o barrio cerrado, jugando (o no) jueguitos sexuales, con alguien que no era su esposo, terminó ahorcada. El caso destapó la hipocresía en que viven tantos matrimonios, o grupos sociales, tratando de mantener una honrosa monogamia.
Hace 2 años el libro ¿Por qué las mujeres son infieles?, de la psicóloga alemana Gisela Runta, también llevó el tema a la hoguera de los comentarios. En el mismo la autora dice que “las mujeres usan a un hombre para la alimentación de sus hijos, a otro para las relaciones sexuales y quizás a otro para conversar”. Tres hombrecitos se balanceaban sobre los hombros de una dama…
Si tengo que valerme de mis propias experiencias, tendría que decir que dentro de mi círculo de amistades, hay algunas que coronan amorosamente a sus parejas, con amantes fijos y otras que tienen sexo ocasional de vez en cuando, quizás sólo una vez con algún hombre que se cruce por su camino. Y otras, que juran y rejuran, que jamás podrían ser infieles, y abren los ojos más grandes que un as de oro de sólo pensar esa posibilidad.
Sé que mis amigas infieles jamás confesaron su pecado carnal. Una de ellas, cuando le pregunté cómo hacía para resistir el cuestionamiento de su esposo. Me decía sin ningún pudor: siempre queda la opción de poner carita de ángel, y preguntarle con un pucherito: “¿quién, yo infiel? Pero no mi amorcito, qué decís. Y luego practicarle un buen sexo oral para que se le quite cualquier duda que pudiera tener”.
Nunca sus maridos supieron de tales encuentros sexuales. A menos que quisieran sacarse al tipo de encima, digo al marido; no al amante.
Creo que en esto hay una diferencia abismal entre el hombre y la mujer. Nosotras somos astutas, prolijas, jamás dejamos pistas sueltas, o detalles que nos delaten. Y nos pueden estar apuntando con una 9 mm en la sien, que seguiremos declarando nuestra inocencia. Nuestra falsa inocencia.
En cambio ellos demuestran a las claras que algo raro les pasa. En esto son mucho más transparentes. También es cierto que el precio que tiene que pagar una mujer cuando se descubre una infidelidad es mucho más alto, no sólo en su pareja, sino en la sociedad, quizás por este motivo se cuide de tal manera.

Él está raro ...

Es muy triste decir que todos los ítems que pongo a continuación los viví en carne propia. Y que soy una mujer a la que la han coronado varias veces. No justamente con tiaras de diamantes, o como reina de la primavera, o de la nieve en Bariloche, o del salame en Oncativo, sino con la corona que viene bordada con la palabra" infidelidad". Todos estos síntomas fueron un escalón para llegar a la triste verdad de ser una donna cornutis.
Algunos ya los mencioné en otro post, pero bien vale la pena repetirlos. Temo, por otro lado, generar una paranoia sin sentido en mujeres que dudan a la hora de saber si su cuchi cuchi las engañan.

Corona alerta roja cuando:

1. Está raro, callado, no te llama como antes, o simplemente se aleja de vos sin que medie algún motivo, tampoco tiene gestos cariñoso hacia tu persona. Lo encontrás pensando, como ido, pero cuando le preguntas qué mierda le pasa, te responde: a mi nada, qué me va a pasar. Rehusa con énfasis el clásico: "tenemos que hablar", o cualquier conversación que gire acerca de la pareja. Asegura que no debemos preocuparnos, que pronto se le pasará.

2. Cada vez que querés tener relaciones sexuales encuentra una excusa: está muerto de todo lo que trabajó en el día, perdió su equipo de fútbol, le duele el huevo izquierdo, sos una insaciable que sólo quiere sexo, y él es un ser humano, que necesita descansar ; o simplemente se da vuelta en la cama y se duerme mientras vos te ponés el camisolín de seda negro en el baño para sorprenderlo. Conclusión en el mes lo hacen 1 o 2 veces con suerte.

3. Siempre surge algún congreso, o reunión, fiesta o algo que hace que se ausente más de la cuenta. Y cuando vuelve siempre viene cantado y de buen humor. Si perdió algún slip, o trae bombachas en su maleta, no le creas que es un regalito para vos. También empieza a salir más con amigos, o se anota en un curso pedorro, del tipo artesanías en papel de barrilete, que le insume varias horas en la semana.

4. Dejó la milanesa con papas fritas, y empezó una dieta estricta. Te pide que le cocinés todas cosas diéteticas, incluso toma Coca Light, bebida que siempre te criticó. Además se anotó en un gym y va a hacer pesas todos los días de las semana para lo que se levanta 2 horas antes que de costumbre. Se compró cremas antiarrugas, y ropa nueva. Y algo muy importante, ni bien llega se ducha y se pasa media hora o más en el baño.

5. Aparecen gastos en la tarjeta de crédito con nombres de negocios que no conocés, y cuando le preguntás, él aduce no recuerda qué compró allí, o el clásico no sé/no contesta, no te metas con mis gastos. ¡Controladora! También aumentan los gastos en restaurantes, que siempre son cenas o almuerzos con clientes.

6. El teléfono suena a toda hora, incluso a la madrugada pero cuando levantás no contesta nadie. No sólo no contestan sino que se quedan escuchando, podés sentir la respiración del otro lado del tubo y luego cuelgan. Él te dice: no contestés más que seguro es un pajero que se dedica a joder a la gente. O también puede decirte: dejá que contesto yo, pero corta al segundo de que suena.

7. Pasa horas con su email, sobretodo luego de que te vas a dormir, incluso lo podés encontrar a media noche, o a la madrugada, sentado frente al monitor. Cuando te ve inmediatamente pone Google, y te dice que estaba desvelado y no quería molestarte dando vueltas en la cama. Inmediatamente apaga y vuelve a dormir con vos. Claro que no te da el besito de las buenas noches, y ni soñés con hacer cucharita.

8. También, puede encerrarse a hablar con su celular en el baño, o recibe mensajes que no lee delante tuyo, o simplemente apaga el teléfono cuando está con vos, para que no los molesten. Se puede volver loco si por algún motivo se olvidó el celular en casa, y te pide que se lo apagués, o manda una moto a buscarlo inmediatamente.

9. A pesar de que hace mucho que no te hace un regalo, o se olvidó del aniversario, un día aparece con flores, o te invita a cenar, en una actitud totalmente de perrito que hizo caca en el living, y te dice que vos sos tan buena, mientras te mira a los ojos con los suyos enrojecidos y no por el porro. Incluso te abraza como si fuera la última vez que lo va a hacer, diciendo que él te quiere.

10. Ante la inminente llegada de las vacaciones empieza a hacer lobby para irse sólo, o propone que vayas con tus amigas, que la relación necesita oxígeno para seguir bien. Los planes de viajes juntos son cosa del pasado, están off. Y te da razones y hasta libertad para que vayas dónde quieras y con quién quieras. Eso sí no preguntés: ¿y vos con quién vas, o adónde?

11. Siempre va con su frasco de perfume en la guantera del auto, y con chicles extra mint, o pastillas de menta, y cuando llega a tu casa huele como si se hubiera puesto medio frasco encima. Si le preguntás por qué se perfumó tanto, siempre te va a decir: mirá que sos jodida.

12. Por sobre todo cuando una se sienta delante de él y lo mira a lo ojos, buscando la sinceridad que cree merecer, y le pregunta si hay otra. El comenzará a ejercer el papel de ofendido, qué nos creemos, somos más celosas que Otelo, y caemos en la obsesión. Con esas dudas vamos a tirar por la borda la relación y sólo haremos que él se canse. Esto no dura mucho, porque termina dando un portazo, o subiendo al auto para partir raudamente, o a enfrascarse en el partido de fútbol que dan por la tele.

Tal vez sean pura coincidencia, tal vez ocurran por otras circunstancias personales, pero tal vez... él nos esté cagando. Shit.