El publicista sexual

-No me digás más lo bueno que sos en la cama. No te lo creo- pensaba mientras el tipo iba haciendo una lista de sus hazañas sexuales, de su cachondez, de su súper virilidad, de su… ¡Basta! Estoy harta de los hombres que necesitan continuamente hacerse campañas publicitarias acerca de sus atributos -grandes atributos, por supuesto- sexuales.
Los tipos que se jactan de ser los mejores amantes son lo peores. O, son los que nos llevan a las grandes desilusiones de las ilusiones engendradas por ellos y alimentadas a teta por nuestra libido. Lo aseguro.
Porque, que los jabones en polvo (vaya la coincidencia), anuncien que sacan todas las manchas y yo no logré que esto suceda dentro de mi lavarropas, vaya y pase. Una ya sabe que es mentira. Pero, al publicista sexual no me lo banco.
Cuando alguien me empieza a desglosar la cantidad de mujeres con las que estuvo, y cómo hizo gozar a todas ellas, y la cantidad de cogidas que se pegó en su vida, y que estar con él te dejará muda, y que él será el amante que te hará olvidar a todos los anteriores. Él, él, él...¡Oh, shit, sé que estoy con un total y predecible impotente, o por lo menos que nada de lo que se ufana se hará realidad!
Los tipos que son buenos amantes no necesitan decir una sola palabrita al respecto, los más silenciosos son los que te matan a la hora de tener sexo. Los que no se vanaglorian de nada ni empiezan con más propaganda que un político una semana antes de las elecciones, son los que se llevan los laureles, con copa de oro llena de champagne y todo. Y vítores en su honor. A su vez, los que pregonan ser los más liberales del mundo, luego empiezan con planteamientos que no podés creer. Y vos te preguntás: ¿si yo sólo quería coger?, no quería escribir la Constitución del Sexo, de qué me habla.
Basta de hacernos propuestas que sólo quedan escritas en un vidrio empañado, y que son fraguadas en el más puro sentimiento de inferioridad. Me cansaron, empiecen a hablar menos, a prometer menos y a demostrar con actos esa perfomance de macho superior, menos procacidad en las palabras y más en la acción, por favor.
Si hay un sitio donde esto se da con mucha asiduidad, donde prima la publicidad sexual engañosa, o fraudulenta, como quieran llamarla, es en los encuentros por Chat. Este medio virtual, pero no virtuoso, es el lugar perfecto. La tierra prometida, donde todo crece fabulosamente, o debería decir: donde todo se torna fabulesco. Quizás porque el anonimato permite jugar con las fantasías, o porque lo que no se toca se vuelve totalmente abstracto, o porque lo que se dice se borra como se borran los mensajes en la pantalla. O, porque está lleno de pajeros.
Desde hace unos meses una amiga está chateando con un italiano, ahora parece que el tipo le confirmó que viene en septiembre. Y todo se vuelve muy hot en ese canal. En el Chat suele darse algo que funciona como una proporción inversa, a medida que el tiempo se achica para que el encuentro de dos personas se haga real, la pasión y las promesas se agrandan, la cachondez se acentúa, y las palabras cobran una dimensión mucho más erótica.
Ayer hablé con mi amiga, y ya se imagina un romance espectacular. Vuela y vuela. Le dije stop: no te hagas ilusiones, esperá que llegue y luego verás. Porque de palabras está lleno el mundo (y el Chat), y a veces las verdades aparecen sólo dejando de hablar. Y las cosas realmente se dan en el encuentro personal, porque chicas también, y aunque duela reconocerlo, puede ser que cuando nos vean, se digan... para qué mierda me hice tanta publicidad. Es otra posibilidad. Pero, al fin y al cabo, nadie se la pidió.

Sólo para vírgenes

La virginidad se parece mucho al apéndice, uno no sentía que la tenía hasta que la perdió. Es algo asintomático, no molesta, no se ve por fuera. Pero, aunque no se vea, se sabe que cada vez abunda menos. Como dice Fogwill, en Luz Mala, “hace cuarenta años, y hasta hace apenas tres décadas, abundaban las vírgenes; ahora no”.
En un tiempo tenía una amiga de casi treinta que lo era, y en cada conversación surgía la pregunta obligada: ¿y? Y, no pasaba nada. Tenía terror de que le doliera aunque todas habíamos argumentado con explicaciones muy detalladas, que no era para tanto, que de eso no se moría nadie, e incluso algunas chicas dijeron que ni se dieron cuenta. Las despistadas de siempre.
Pero, ella temía. Hasta que un día se agarró una calentura con un tipo que se olvidó del dolor y se pasó violenta y lujuriosamente al bando de las no vírgenes, pero satisfechas. Hoy puedo decir Fogwill, que no tengo ninguna amiga virgen.
El tema de la virginidad es algo obsoleto, nadie anda por ahí comprobando el nivel de virginidad de la población femenina, digo femenina porque siempre generó más prurito el tema de la minita virgen. Ni para encuestas es tenido en cuenta. No vi ninguna en Clarín. Y si como dice Rodolfo Enrique (Fogwill), “antes no podía terminar un mes sin que una virgen se le cruzara a alguno de nosotros por la vida”. Hoy diría que tendría que caminar mucho más que un mes para que se le cruce alguna.
Saco este tema porque leí que en Nueva York están haciendo una promo especial en búsqueda de vírgenes (mujeres y hombres) con el sólo objeto de regalarle una entrada. Y no es para un "telo". Ni tampoco la publicidad de condones. Es una entrada para la obra de teatro My first time, (Mi primera vez). La que ellos no tuvieron claro, digo los vírgenes que buscan.
Es una nueva producción teatral que se dará en Nueva York, que trata el tema de las primeras experiencias sexuales, y que ha anunciado que regalará entradas para su estreno a todo aquel que acuda al teatro y demuestre ser virgen.
Leí esto y pensé en una camilla con una mina con las gambas abiertas demostrando su himen intacto. Acto seguido, el facultativo (que bien podría también ser parte de la producción de la obra) le pondría una pulserita de plástico (de esas que se usan para los VIP) que diga “Virgen autenticada”. Pero, como esto resultaría muy engorroso con los hombres, porque que yo sepa no se les rompe nada, y sí, en cambio, se les dispara todo. Los productores newyorkinos, que no tienen un pelo de tontos, pensaron que lo mejor era llamar a un hipnotizador.
Así, que antes de que se abran las puertas del teatro, someterán a los supuestos "vírgenes" al poder de Sebastián Black, la persona que se encargará de detectar si los espectadores dicen o no la verdad sobre su castidad.
Seguramente más de un vivillo, o vivilla, le echará un ojo a quienes entren gratis, y luego palo y a la bolsa, porque los vírgenes son una especie muy buscada por los amantes de los estrenos, no en el teatro sino en la vida sexual.
Los productores, que no sólo no tienen un pelo de tonto, sino toda la cabellera, se dan cuenta de que tampoco van a caer hordas de vírgenes solicitando entradas. Si no se les hace mierda el negocio. Por eso, reconocieron que "hay un número limitado de entradas gratuitas, pero quedan muy pocos vírgenes en Nueva York".
En Nueva York y en todo el mundo, habría que ver cuál es la edad tope para entrar en la categoría. ¿Cuántas personas serán las que reclamen entrada gratis?
Para los que quieran saber algo de la obra. La misma se basa en las historias reales que personas anónimas escribieron en una página de Internet que se creó en 1998, mucho antes del fenómeno “blogs”. En casi 10 años, unas 40.000 personas de todo el mundo la han utilizado para explicar sus primeras experiencias sexuales, y las anécdotas que las marcaron. Y los productores, que también no tienen un pelo del pubis de tontos, le vieron la veta para llevar las historias al escenario, que van a estar representadas por dos actrices y dos actores.
Me pregunto: ¿si hacen una obra de cornudos también le regalaran entradas a quienes acrediten fehacientemente esta condición? O nadie querrá presentarse a buscarlas.

Encontré el cuento Luz Mala en Petit Orsai, el que quiera disfrutar la escritura de Fogwill, aquí está.