Socorro, me llegó un SMS

T K M. Traducido en lenguaje SMS sería "te quiero mucho”. Es el lenguaje del mensaje de texto, ese que pueden trastocar la ortografía y la gramática, ese nuevo lenguaje del mundo de las comunicaciones, que avanza a teclas agigantadas, para horror de los lingüístas y adoración de las nuevas generaciones.
La forma moderna de enviar mensajes por el aire sin el uso de las románticas palomas mensajeras. Qué equivocados estaban los expertos que aseguraban el fracaso de este sistema, seguramente no podrán creer que actualmente el número estimativo de SMS que se envía por año ronda entre los dos y tres trillones. En Argentina mueven unos 500 millones de pesos al mes, facturados por los 7.000 millones de SMS que se envían. Se han hecho muchos estudios sobre este auge, pero habría que aclarar algo que jamás sale en ninguno de los análisis sobre este nuevo sistema de telecomunicación: el comportamiento femenino al recibir un SMS de alguien que nos interesa tanto como para contestarlo.
Es que cuando las mujeres recibimos un SMS de alguien que nos gusta, con el que pensamos trabar algo más que una simple amistad, ahí todo se transforma. Porque ellos reciben un mensaje nuestro y lo contestan sin más, si voy, no voy, nos encontramos en tal lado, o te paso a buscar, no hacen un concilio de cardenales para ver si está bien que le diga esto o lo otro. Nosotras no.
Estábamos con Loli, y Violeta cuando le llegó un SMS de un amigo, más que amigo, pero no tan más como para pasar a una categoría de novio, o pareja, está ahí en el límite. Límite que, por supuesto, Violeta quiere que atraviese; que atraviese y se quedé, porque el límite el varoncito lo atraviesa, pero luego recula y vuelve a su trinchera.
El SMS en cuestión decía:

haces algo hoy?

¿Cómo una simple frase interrogativa compuesta por tres palabras puede generar todo un sistema de análisis que entra en la categoría de ensayo neurolingüístico, semántico y filológico también? Todo para terminar diciendo, qué carajo me quiso decir, querrá salir, o sólo querrá saber de mis actividades, por qué no uso el plural “hacemos”, lo que implicaría que une su voluntad de hacer a la mía; pero el uso del "hacés" sólo destacaría una ambivalencia de su parte, que puede ser mal interpretada y ser tomada como una real invitación a salir, ¿hay en esa frase un verdadero impulso a emprender una salida de a dos?, o en realidad está enraizada en la típica histeria masculina que termina en una contestación del tipo: "ok, beso". Porque cada vez estoy odiando más al ok, que en algunos casos resume todo lo que no se quiere decir, y puede desconcertar más que un simple sí.
La duda acerca del real contenido de esas doce letras que unidas dan sentido a una frase tan abierta, genera otra consecuente duda, ¿qué le contesto?
En realidad debería decir, qué le contestamos, porque las mujeres ahí trabajamos en equipo, y empezamos a pensar lo mejor que se le podría contestar, una frase que no denote nuestras extremas y urgidas ganas de salir con él, pero que tampoco las borré de un plumazo tecnológico, un SMS que dé posibilidades, sin asomar demasiado nuestro verdadero impulso de que lo único que queremos esa noche es acostarnos con él, que lo único que queremos es romper sus barreras, atrapar su corazón, abrir sus ojos al amor, que se dé cuenta de que somos lo mejor para él, y que jamás nadie lo hará tan feliz, que abandone esas cuestiones acerca del compromiso, y demás, que se deje llevar por sus sentimientos, por su verdadero deseo de estar con nosotras, pero sólo podemos poner:

Por ahora nada, y vos?

Porque el "por ahora" denota que no se piense que estamos solas para él, aunque sí lo estamos, y también que se apure porque puede ser que alguien lo anticipe, aunque sabemos que nadie se va a anticipar, y el "y vos", lo incluye de alguna manera en los deseos de salir.
Cómo ven si tardamos en contestarles un SMS, es por todo esto, porque aunque estemos solas, es muy posible que chateemos con otra, que la llamemos también, que le reenvíemos el SMS, y organicemos una teleconferencia para escribir la frase que pensamos perfecta.
Además sepan que siempre, pero siempre, guardaremos todos los SMS que nos enviaron, y que en cada reunión con nuestras amigas, estarán presentes, porque se los mostraremos, una y otra vez. Y haremos un análisis exhaustivo de cada frase. Y si la relación ya se terminó, servirán para decir, mientras miramos con nostalgia la pequeña pantalla: qué le pasó a este hijo de puta, mirá la cosas que me escribía la semana pasada, y ahora no me llama más. Porque a las palabras escritas, ya sea en papel o en pantalla de celular, no se las lleva el viento.

*

Sentido del humor

Abrió, sí, volvió abrir, y no sólo volvió a abrir con ventanales gigantes, sino que “él” sigue ahí. El mozo buen mozo, el chico lindo, y simpático. Volvimos al restaurante de esa esquina en Palermo Hollywood, que nos espera con los ventanales para verte mejor. Volvimos casi tan rápido como nos enteramos de la reapertura. Fuimos a cenar antes de fin de año. Otra vez sentadas ahí mirando la carta y su sonrisa encantadora. Buena despedida del 2007.
Pero las cosas cambiaron desde la última vez. Mona salió de una relación que prometía, y terminó siendo una mierda total. Violeta acaba de mudarse a su nuevo departamento, ya se peleó con el pintor, y tiene que terminar ella de dar las últimas pinceladas. Yo sigo igual, o casi igual, o parecido. Yo espero y desespero, como dice el refrán.
Volvimos a atacar la panera sin asco, y a tomar un buen malbec. Y a charlar, por supuesto. No sé, quizás porque teníamos temas más importantes esta vez no fuimos tan babosas como la última con el mozo, aunque seguíamos ese jueguito inofensivo (?), sobre todo de mi parte. No sé por qué el pendejo me puede, y es cuando me doy cuenta de que estoy un poco rara, en otro tiempo me lo hubiera hecho plim caja, o lo que es lo mismo, plim cama, pero ahora no me dan ganas. Sólo lo miro con pensamientos que entran totalmente dentro de los pecados capitales. Pero del pensamiento a la acción hay un hueco tan enorme que temo caerme en él.
Estaba con estos pensamientos cuando Mona lanzó sus reflexiones totalmente fuera de contexto. Adoro cuando hace eso. Te obliga a parar de hablar y focalizarte en ella.
-Los hombres no están acostumbrados a que las mujeres hagan chistes, el 90% de las mujeres no tienen sentido del humor. Son buen público, un buen espectador. Las mujeres en general no hacen chistes. Tengo amigas que jamás han dicho un chiste.
-¡Yo soy brillante! –dijo Violeta, que tiene un sentido muy especial del humor, irónico y a veces muy cerca del negro.
-Nosotras siempre estamos con un gag en puerta – coroné yo con una gran carcajada, defendiendo nuestro sentido del humor.
-Llamemos a cualquier amigo varón para ver si su novia le hace chistes- dijo Mona buscando reforzar empíricamente su teoría.
-¡Dale, llamemos a Pancho! – le dije, sabiendo que a su novia la apodamos “la muertita” porque en las reuniones jamás emite ninguna, no ya palabra sino sílaba, interjección o una simple vocal: a, ooo, uuuuu.
- A Pancho, naaaa – dijo Mona matándose de risa.
Ya a esta altura estábamos más que risueñas, casi diría alegremente empedadas. Empezamos a hacer una lista de otras amigas, compañeras, conocidas, descartando una por una, dadas sus condiciones de chistosa o no.
-Son pocas, fijate que las minas con sentido del humor estamos todas solas- sentencia Mona.
-Si estamos solas, ¿de qué carajo nos reímos?– pregunté yo.
Esa frase generó aún más risa, que contuvimos cuando llegó el mozo y yo derivé mi mirada lasciva hacia él, mientras le decía que me trajera un sgroppino de postre.
Un sgroppino helado vendría bien. La noche estaba más que calurosa, pesada, agobiante, como suelen ser algunas noches de verano en Buenos Aires, por suerte el local estaba muy bien refrigerado. Me acordé de algo.
-Hace unos días me iba comprar un aire acondicionado, pero como hacía calor me dio fiaca y no fui- les comenté a las chicas.
Parece ser que resultó un buen chiste, o el malbec hace milagros con las boludeces.