Usted es el culpable

Atrás. Estoy con SPM. No, no es una sigla de una obra social. Es el Síndrome Pre Menstrual, con todas las letras. El monstruo que escondido aguarda dentro de toda mujer que ya tuvo el período. O sea, que desde temprana edad, antes de la adolescencia en muchos casos, ya tenemos el monstruito que ataca una vez por mes desde las profundidades de la femineidad, bien llamado sistema reproductor femenino, desde los ovarios, que parecen explotar, desde la panza que se vuelve peor que el tránsito de la 9 de Julio en hora pico. Nuestras hormonas danzan enloquecidas a ritmos desconocidos, como las brujas lo hacían en noches de luna llena, progesterona, estrógenos, que nos hacen ver la vida de color negro, de olor nauseabundo, la vida con pronóstico reservado.
Todo parece una mierda, todo se convierte en algo difícil de sobrellevar, y todo merece una escena de llanto, porque sin lágrimas no se puede transitar dignamente el SPM. Secreción salada que puede ser vertida sólo porque se cayó el cepillo de pelo al piso, porque no encontramos la bombacha negra que tanto necesitamos, porque se volcó la leche sobre el fuego, o porque sí, que es la razón más valedera en esos días.
El loquito SPM te convierte en la persona más detestable, más inestable, más insorportable y todos los “table”, que quieras del mundo. Y además, como un dios profano de los hidratos de carbono, te lleva de la mano, y con la boca abierta, a comer todo lo que puedas. Léase la palabra "todo", en su exacta definición, chocolates, panes, facturas, galletitas, helados, bombón, caramelos, gomitas, más chocolates, y demás surtidos de un kiosco, que sería tedioso describir, pero no comer.
Cuando estaba de novia con mi ex de Miami, estuvimos un año previo a mi partida manteniendo una relación a distancia, salvada por e-mails o llamados de teléfono. Todo iba bien hasta que una vez por mes aparecía el malévolo SPM, y me transformaba en el ser más abominable del mundo, siempre discutía o me ponía a llorar por taradeces, siempre encontraba algo para desestabilizar la relación. ¡Hay que pelearse con 8.000 kilómetros de por medio! La pelea tiene que atravesar varios países latinoamericanos para llegar a buen puerto. Mi ex con toda la paciencia, luego de que yo rompía no sólo en llanto, sino las bolas de manera soberana, me hacía la pregunta, que tanto odiamos las mujeres: ¿Te está por venir el período? Como a muchos otros hombres, le daba repugnancia decir: menstruación. Él sabía, aún estando tan lejos, la fecha en que me tendría que venir, sin mirar el almanaque, sólo por mi humor. O mejor dicho, por mi malhumor. Y nunca fallaba.
Sin embargo, aunque hagan un esfuerzo, aunque ejerciten su imaginación al máximo, los hombres jamás van a saber cómo una mujer se siente en esos días; cómo lo que es maravilloso hasta ayer, se torna gris y sombrío; cómo lo que es tierno y meloso, se torna, amargo, ruin y frío; y sobre todo como la lógica se convierte en algo imposible de acceder.
Sólo verán lo que sucede fuera, sólo tendrán que soportar estoicamente nuestro padecer, nuestra locura temporaria, nuestras malas contestaciones que están a flor de piel, en la punta de la boca, nuestras lágrimas que salen sin ningún motivo aparente. Nuestro SPM, nuestra cadena perpetua de la vida fértil.
Y, debo reconocer, y agradecer, que muchos de ellos hacen un verdadero sacerdocio de la paciencia, y del abnegado amor que nos tienen, para no huir como machos a los que volvimos locos durante esos días, que por suerte suelen ser uno o dos. Y otros, no tan abnegados, o ya hartos de nuestro cóctel molotov de hormonas descontroladas, rematan cualquier desatino de nuestra parte, con el clásico: “a vos quién te entiende”.
Busqué en varios lados los síntomas de esta desgraciada dolencia femenina, en realidad pueden ser unos 150. Algunos muy graves, tanto que en Inglaterra, desde 1945 se lo considera como atenuante en casos de violencia o asesinato.
-Sorry gordi, te maté porque tengo SPM.
Sólo en el área psicológica se mencionan: depresión, irritabilidad, agresividad, ansiedad, cambios bruscos de humor, labilidad emocional, llanto fácil, intranquilidad, disminución de la memoria y capacidad de concentración, falta de autocontrol, disminución del rendimiento laboral, aumento de los accidentes del trabajo y automovilísticos, agravación de cuadros psiquiátricos preexistentes, trastornos en el deseo sexual: rigidez o ninfomanía (es cierto a veces el deseo se fortalece esos días), comportamiento inadecuado. En los casos más severos, tendencia al suicidio, alcoholismo y drogadicción.
Se ve que lo mío no llega a esta severidad, aunque a veces me dan ganas de chuparme todo y de acostarme a soñar con un mundo de mujeres felices 30 días seguidos, un mundo donde no haya SPM que golpeé la puerta de la female una vez por mes. ¡Peeeerdón!, que rompa a patadas la puerta femenina. Lo peor, es que cuando se acabe esto, vendrá la amarga señora Menopausia y ahí dicen las cosas se ponen peor. Lo siento, veo todo negro, ya mañana saldrá el sol, el que no puedo ver hoy.

Pic: Leo Reynolds

Devolución

Buenos Aires. Hoy es 15 de marzo. El relojito de mi computadora marca las 8.44 p.m., el reloj no lo cambié la otra vez, así que en Argentina son las 9. 44.p.m. Sé que esto se soluciona hoy a medianoche, y no porque cambie el relojito, sino porque hay que volver a atrasar el reloj.
O sea que sin hacer nada volveré a estar en sincronía con el resto. Y no tendré que sumar mentalmente cada vez que miro la hora en el rincón derecho de mi PC, abajo.
Aquella vez que lo adelantamos mi prima dijo, nos robaron una hora; y su marido le contestó, pero te la devuelven en marzo.
Yo pensé: ¿y si no la devuelven más? Y si hacen un corralito del tiempo, y se quedan con horas de la gente, con horas vividas, como si fueran pedacitos de historias por contar.
¿Cuántas cosas podrían hacer con una hora por cada persona, con una hora de su vida?
Me habían sacado una hora de mi vida.
Me quedé pensando qué fácil hubieran sido ciertas cosas de mi vida si hubiera sacado una hora, sola una, pero en un momento preciso. Si hubiera rasurado los 60 minutos sobrantes en situaciones en que con una sola hora de diferencia todo pasaba a convertirse en algo no sucedido. En algo simplemente pensado o potencial, o tal vez inexistente. En un llanto que nunca salió, o la palabra hiriente que atravesó el aire, o en el encuentro que jamás se realizó. Una hora en que la espera se despedazó en ilusiones rotas, o que simplemente naufragó entre pocillo y pocillo de café cortado con un chorro de leche, y servilletas de papel amasadas por dedos ansiosos.
Cuántas veces con una sola hora, hubiera evitado una mala idea, y también toda una sarta de errores y pelotudeces. Una sola hora, unos 60 minutos, unos 3600 segundos. Una hora arrancada de cuajo, con un corte tan perfecto que no dañe al segundo que viene arrastrando el tiempo detrás.
Ahora, devuelven la hora.
Esta medianoche me darán la hora que me sacaron. Me la devuelven. Sé que ella no dirá ni mú, a lo sumo un rítmico tic tac, y se pondrá a continuación de las otras, para volver a formar parte de mi historia.

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