Vampiro new age

Desde que el escritor irlandés Bram Stoker creó, en 1897, la leyenda sobre el terrible vampiro al que bautizó Drácula, el cine usó y volvió a usar, y seguirá usando al personaje más chupa sangre de la historia. Un personaje de ficción que fue inspirado, según dicen algunos datos muy confiables, en el personaje real de Vlad Draculea, también llamado "el empalador”, práctica que dejaba a más de uno clavado.
El conde de capa negra y colmillos muy largos para morderte mejor, fue concebido por el escritor cuando, a raíz de una indigestión de cangrejo, tuvo alucinaciones de una especie de rey de los vampiros que salía de su tumba en búsqueda de sangre. Se ve que el apetito del consagrado escritor no se limitaba sólo a los crustáceos, pues murió de sífilis.
Desde esa primera aparición en una novela, hubo vampiros de todo tipo, en todo tipo de filmes, los clásicos de terror, eróticos, pornográficos (en estos no se chupaba la sangre), de ciencia ficción, y hasta de karate, también se hicieron comedias, y no faltaron las típicas series juveniles, porque obviamente el personaje fue utilizado en la televisión, sí, hablo de Buffy, la cazavampiros, y otras muy violentas, como Blade, que también caza vampiros, obviamente. Y no me quiero olvidar tampoco del musical argentino, Drácula, de Pepito Cibrián.
Hoy no voy a hablar del ajo como repelente, (pero por las moscas lo voy a poner en la foto), y tampoco de la estaca en el corazón, ni de su amor imposible. Nada de eso.
Hoy se incribirá una nueva página en la historia de Drácula, pues habrá que agregar un nombre más a la lista, bastante extensa por cierto, de todos los actores que personificaron al conde que se esconde, del sol. A los nombres de Bela Lugosi, Christopher Lee, Klaus Kinski, Jack Palance, George Hamilton, David Bowie, Nicolas Cage, Kiefer Sutherland, Tom Cruise, Eddie Murphy y hasta Leslie Nielsen entre otros hay que agregar ahora el de Chayanne.
Sí, queridos, el boricua sexy, el cantante, el que quiere ser torero, ahora dejará el traje de luces para calzarse capa y colmillos extra large. Hace unos pocos días leí un cable en el que decía que Chayanne retornará a la televisión como actor. Será un Drácula bien chévere.
La mini serie, de tan sólo 10 capítulos, se llamará Gabriel, y la transmitirá Mega TV. Sinceramente, prefiero al boricua moviendo sensualmente su pelvis a verlo de vampiro. No me da el fisic du rol, lo veo muy rellenito. No sé, a mi me gustan los vampiros, si se puede elegir, como el que hacía Bega Lugosi, bien blancuzco y deteriorado, y al chiquito Chayanne, se lo ve lleno de salud, y de músculos trabajados.
Tal vez en este punto del relato, algunos estén rememorando su paso por las telenovelas argentinas, junto a Araceli, la González. Y otros estén tratando de olvidar ese paso. Y otros estén dando las gracias de no haberlo visto nunca.
No sé yo lo veo más de torero, o de bailarín de salsa, pero de vampiro ni ahí. Los productores aseguran que será un vampiro fuera de lo común, y no me queda la menor duda.
Gabriel "se sale del molde" ya que tiene cualidades muy humanas, destacó el intérprete en declaraciones a la revista People en Español en su página digital."Es un vampiro que tiene fe en Dios, que camina en la luz, que puede entrar a una iglesia. El odia ser inmortal porque quiere ir al cielo a reunirse con su gran amor", comentó.
O sea, es un vampiro de mierda, lo único que falta que sea vegetariano, y en vez de hincar el diente en la yugular, lo haga en un tomate, o berenjena.
¿Qué clase de vampiro es entonces? Las cosas por su nombre. Un vampiro no puede caminar en la luz, ni entrar en una iglesia, ni ver una cruz sin espantarse y huir despavorido, y mucho menos tener fe en Dios.
Si quiere hacer de vampiro, que lo haga en serio, porque Bram Stoker, se debe estar removiendo en su tumba al ritmo de la salsa, y el empalador debe estar preparando un palo de 3 metros de largo para limpiar su nombre. Por eso, vampiros, vampiros eran los de antes, dejénse de joder.
*

Última cena (jazz). Parte II

Entramos al pequeño restó del hotel en Recoleta. Por suerte la demora de Mona, consiguió el milagro: quedamos sentadas casi al final, desapercibidas, un poco alejadas de todas las mesas con parejas, con una, dos, hasta cuatro.
-En cualquier momento te beso- le dije a Mona-, prefiero que piensen que somos lesbianas, a que somos dos patéticas mujeres solas, solteras, sin parejas, sin nadie, sin...
-Callate, yegua. Patética serás vos, yo divaine, mirá como me mira el mozo.
-Mona, te lo pido por favor, acoso de mozo hoy no. No estoy de humor.
Y era cierto. Me sentía como perdida en una isla maldita donde “los otros” eran efectivamente todos los otros que estaban ahí. Miré el salón en perspectiva, era pequeño, íntimo, había muchas mesas, con sus correspondientes velitas enterradas en sal gruesa, sólo faltaba que empezaran los saxos a sonar, y yo me cortara las venas con el grisín crujiente y tibio que asomaba en actitud fálica de la panera.
¿Hay algo peor que sentirse sola y estar rodeada de parejas? ¿Casados felices, matrimonios que ya no se soportan, algunos reincidentes? La verdad no me importaba.
Y no es que me preocupe estar sola, porque creo que cada vez me acostumbro más a estarlo, y hasta a veces pienso, si no me estaré acostumbrando demasiado a dormir cruzada en la cama, a dejar todo como se me cante, a usar el control remoto, a preguntarme y responder cosas tipo personaje de telenovela, a ponerme remeras gastadas para dormir, y a hacer lo que realmente me viene en gana, cuando, donde y como quiero. La libertad tiene su precio. Y la mía me cobra por hora. ¿Cómo hago para equilibrar todo?
-¿Equilibrar qué?- me contestó Mona, con la mirada perdida en un punto. Me hablaba pero no me miraba, estaba como extasiada en algo, más que extasiada, concentrada, el ceño medio fruncido. No me había escuchado nada.
-Pendejas de mierda- terminó diciendo, justo cuando me miró a los ojos- ¿Qué decías?
-¿Mona ya estás en pedo? ¿Qué te pasa?- le dije, dándome vuelta para ver qué estaba mirando.
-Boluda, date vuelta, no mirés. Espera un poco, mirá al lado de la columna del medio, la mesa con tres parejas, mirá al tipo que está justo enfrente de mí, de remera negra, mirá la mina que está con él. Ahora, ya.
Me di vuelta y miré. Un hombre mayor (¿70?), pelado, con lentes, remera negra, una chica al lado, linda, delgada, elegante, no sé si llegaba a los 30, lo tenía abrazado. Las otras parejas que estaban en la mesa, no se abrazaban, ni nada parecido.
-Será la hija- dije estúpidamente, sólo para molestarla, pues era más que evidente que la hija no era.
-Hija, las pelotas. Recién lo estaba besando en el cuello. Si es la hija, es una hija de puta, incestuosa. ¡Es la pareja! Pendejas de mierda, ya no le alcanzan los de 40, los de 50, ahora van por los de la tercera edad.
Me di vuelta tres veces, dos no se dieron cuenta, una el viejo miró, me miró, nos miró. Mona no podía sacar la vista de esa mesa, y menos cuando los saxos tocaron temas románticos, sí esos que no sé de qué película de amor son, pero la chica, se apoyaba en el brazo de viejo, y lo besaba.
-Tenemos que hacer un cacelorazo, o un carterazo, no sé. Pero tenemos que hacer algo, si no nos pasan por encima. Hagamos algo las que ya pasamos hace rato los 30, tenemos que reglamentar la soltería, organizar las franjas etarias, establecer parámetros, no puede ser que nos saquen todos, ahora ya atacan la tercera edad, son peor que la gripe estas pendejas. Dejen algo, encima que no hay tipos, y que 1 de cada 8 debe ser gay. No tienen derecho-protestó mientras mordía uno de los grisines.
De ahí en más, toda la cena nos la pasamos mirando al viejito, canchero él, nos miraba de reojo, mientras acariciaba la mano de su joven novia, esposa, amante, o lo que sea. La mina nos miró también. Se había generado un ir y venir de miradas, mientras la música de los instrumentos de vientos envolvía la escena. De película, de película clase B.
Cuando terminó la función, la cena, la velada paqueta, el viejo y su novia arrancaron antes que nosotras.
-Dale vení, que quiero verlos con buena luz – me apuró Mona, y me sacó casi corriendo del restaurante, para confirmar lo que había visto bajo velas titilantes.
Era así, como lo habíamos pensado. Él muy cerca de los 70, ella treintañera a full. Íbamos caminando por el pasillo que llevaba al lobby del hotel; ellos delante, nosotras detrás. Por la mitad del recorrido, el viejo se dio vuelta y nos guiñó el ojo, mientras le daba una palmada en la nalga a su novia.
"Qué levante tengo, habrá pensado, una novia joven, y dos minas que me miraron toda la noche". Lo que se dice un winner.
Las looser se fueron a dormir cada una a su casa, pensando que la próxima salida será una excursión en micro a las Cataratas con un centro de jubilados.

*

Última cena (jazz). Parte I

No tuve más remedio, tuve que abandonar mi maratón de sitcom americanas, algunas ya vistas interminables veces, y mi pijama gastado, mis pocas ganas de salir, y partir con Mona a un show de jazz. Con Gershwin a la cabeza, con temas de películas que no sé cuáles eran, pero que sonaban a banda de film romántico, cuya trama puede resumirse en tres palabras: encuentro, desencuentro, final feliz. En el último cuadro, beso y the end, sobreimpreso.
Le habían regalado una cena con show en un hotel boutique "paquetísssimo", como dice ella, de Recoleta, y por poco me obligó bajo amenaza para ir con ella a ese lugar.
-¿Las dos? ¿Las doooos solaaas? ¿Un sábado a la noche, a escuchar jazz? ¿Vos querés que me cuelgue del ombú gigante de Plaza Francia? No tenés compasión de mí. Ni loca voy- le dije en el tercer llamado de teléfono, en el que parecía repetir lo mismo. Un mantra, una letanía, que iba a ser difícil de eludir. Y ni pensar en desconectar el teléfono, porque sería peor.
-Hacé de cuenta que no es sábado, que no es jazz, que no es un hotel paquete, y sólo concéntrate en las delicias que vamos a comer. Platos exquisitos, buen vino, esas paneras de los dioses, con pancitos tibios, hechos amorosamente, postres señal Gourmet. Pensá, en todo eso, en vez de un paquete de Oreo. ¡Basta, me acompañás y listo! Y no jodas más por el fotográfo que ya me tiene harta. En cualquier momento sale con que se casó con un mamut.
-Los mamut están extinguidos, Mona. No me hagas la Susana Giménez.
-Bueno, con un mamut extinguido y resucitado, más raro aún.
No puedo con ella. Así, que me vestí, me peiné, me maquillé, con la fuerza de alguien que sale recién de un post operatorio, todo sin ganas, sin pensar, sin poner siquiera el mínimo de deseo. Aún, con ese letargo interior, cuando el taxi tocó el portero eléctrico, ya estaba lista, subida a mis zapatos con tacos de diez centímetros, de charol negro, altos divinos, con tiritas finas, me miré los pies en el espejo del pailler, y pensé, si voy a salir sin ganas, por lo menos que sea con altura.
Quedamos en encontrarnos en el lobby del hotel, me llamó como tres veces, seguro para chequear que no diera vuelta atrás y volviera a encerrarme en mi departamento. Y después me envió un sin fin de SMS.

Me estoy maquillando, pero yo estoy más cerca, ya, ya salgo/ el puto radio taxi no atiende/ atendió, vienen en 10, como son, seguro que tardan 20, mierda/ ya voy, ya llegó el taxi, esperáme en el lobby/ estoy en 5', mirá si hay algún tipo lindo, mirálo no lo esquives, no se te ocurra irte/ ya voy,ya voy. Ya, ya.

Ya me tenía podrida. Los últimos mensajes los leí sentada en el sillón del lobby del hotel. Mona siempre me hace esperarla, aunque sabe que odio esperar. Esperar. Por qué me persigue esta palabra. La misma que me tortura desde hace días. En cuanto llegue, la mato.
Mientras estaba sentada en el más que mullido sofá del lobby del más que coqueto hotel, entraban parejas que preguntaban dónde era la cena-jazz, una, otra, otra, el promedio: unos 60 años, cada uno. Y con cada una que entraba y preguntaba, yo me enterraba más en el almohadón, que supuse de duvet. De pronto, entró un hombre de unos 40 años, muy apuesto, perfumado, bien vestido. Lo miré. Le hice caso a Mona.
Y escuché también, preguntó por un tal Billy, habló por teléfono a la habitación, hablaba en inglés y se quedó esperándolo, parado. Gay a estribor, pensé.
El lindosupuestogay salió a fumar, lo volví a mirar a través del enorme ventanal, él me miró y siguió fumando, se agregó un taxi a la escena, y en contados minutos, Mona bajó de él, pasó al lado del lindosupuestogay, y entró diciendo, québuenoqueestá.
-Es gay.
-¿Cómo sabés?
-Intuición, llamó a un tipo, habló en inglés, debe ser norteamericano, ahora baja.
-No seas malparida, por ahí es su amigo, su roommate, el que conoció haciendo un master, un post grado en una universidad súper cara de USA, y el otro vino a visitarlo, y van a salir, solos, pero les gustaría tener compañía femenina, y para esos estamos las dos divaine, que linda que estás, estás preciosa, la tristeza te sienta, guacha, y ellos podrían venir a escuchar jazz con nosotras, al yanqui le va a gustar seguro, aunque maybe prefiriría tango, claro, porque los extranjeros...
-Es gay, deja de maquinar boludeces, plis.
No terminé de decir esto que Billy, pasó por el lobby y entró en cuadro-ventanal, abrazo efusivo, y recontra reconfirmación de mis sospechas. Hacían linda pareja.
-Sí, son gay – reconoció Mona- ¿Por qué mierda los gay siempre están buenos? Carajo.
-Esos dos hombres son lo mejor que vas a ver esta noche- le anticipé.
Y, dicho esto, nos fuimos a ocupar la mesa de dos que nos tocó en la cena-jazz de la tercera edad.