¡Gracias, Piero!

Plis vengan a casa, tipo 9. Las necesito. Un mensaje así de parte de Violeta era algo muy inusual. Ese pedido sólo se podía dilucidar llamándola, no alcanzaba un simple SMS de respuesta. Había que hablar con ella. What passs?
Pero ella no daba señales de vida.
-Es una reverenda hija de puta -chilló Mona cuando la llamé- No puede mandar un mensaje así y borrarse, ya tengo gastado el dedo de enviarle: ¡Puta contestaaaaaaaaaaaaaa!
-No debe ser tan grave, sino hubiera puesto otra cosa, que nos necesite no significa nada mortal-le contesté bajando la ansiedad natural de Mona.
A las 9 menos cuarto fui la primera en llegar a su casa.
-¿Por qué tanto misterio? No seas guacha nos tenés a todas preocupadas -le solté ni bien abrió la puerta.
-Porque... porque... a mi me pasan las cosas más locas… ya estoy cansada- dijo cortando la frase con suspiro.
En ese instante, justo cuando Viole suspiró, sonó el timbre, una, dos, tres veces a todo volumen, cuatro. Cinco.
-Es Mona- dijimos las dos.
Era Mona, con Loli también. Ya estábamos las cuatro. Era hora de ver qué tanto le había pasado a Violeta.
Como haciendo una ceremonia Violeta abrió su agenda, y sacó un sobre. Era común y corriente, un sobre de carta blanco. Tenía una estampilla en el borde izquierdo, arriba, y estaba timbrada, como enviado por correo.
-Me llegó hoy a la mañana, me lo mandaron de Morón, y obvio no tiene remitente-dijo Violeta, al tiempo que iba abriendo el sobre.
-¿Y que dice la carta que te mandaron?-le preguntó muy atenta Loli.
-Nooooo nada de carta, eso sería muy normal, miren…
Dentro del sobre había un minúsculo papelito cortado a mano, como si fuera una tirita, que decía:

“Gracias, por todo.”

Eso sólo, sin firma, nada más. Y no era un: “gracias por todo”; era un, “gracias, por todo”. Esa coma marcaba una relación especial entre el “gracias” y el “todo”.
-¿Quién me mandó esto? Se dan cuenta de que a mi me pasan estas cosas, al principio me sentí bien. No sé por qué me sentí bien, pero luego a medida que iba pensando cosas, me sentí para el carajo. ¿Quién puede estar tan enfermo de hacer esto?
-Alguien que te quería dar las gracias…-dijo Mona.
-Por todo-agregué yo, desatando la carcajada general.
El hecho no era tan grave. Como raro era raro, pero no se iba a morir nadie. Barajamos mil posibilidades, hicimos estudio de la fecha de timbrado, del tipo de letra, cada una sacaba sus conclusiones, que es mujer, que es hombre, que es joven, que es viejo. Lo único cierto es que estaba escrito con birome azul. Lo desconcertante era el lugar, Violeta no conocía nadie de Morón, ni del Oeste, siquiera, ni del Nuevo ni del Viejo Oeste.
¿Quién se iba a tomar el trabajo de ir hasta Morón para enviarle una carta?
Igual como siempre hay que buscar un culpable, analizando la situación de los acontecimientos la culpa recayó sobre su última conquista, un chico con bastantes problemitas, depresivo y paranoico. Sin tratamiento, claro. Los chicos problemita son la debilidad de Violeta.
Las cuatro le pusimos la ficha. Tenía que ser él. La sabia Mona tiró el consejo final.
-Enviále un sobre desde Morón, con un papelito que sólo diga: “De nada, por todo”. Si es el pibe va a entender, y si no es, es buen disparador para que empiece terapia. De paso lo ayudás.
Violeta se negó rotundamente a hacer esto. No por lo descabellada de la idea, sino porque es tan fiaca que adujo que ni loca viajaba a Morón para mandar la carta. Caso cerrado.
Gracias.
Por todo.