Las amazonas

Mmmmm… como viene la mano, habrá que tomar clases o bien de box, o de defensa personal, que en este caso se transformaría más en ataque personal. Porque esto de andar a las piñas con las féminas que se meten con el hombre de otra, se está volviendo ya tendencia. Y como en todo tema controversial las aguas se dividen, a favor y en contra, apoyando o denostando. La cosa está que arde. ¡Y llena de moretones!
Hace mucho tiempo cuando ni siquiera pensaba en acostarme con el hombre de otra, porque vamos lo he hecho (ustedes ya lo saben), no con asiduidad, ni tampoco compulsivamente, una amiga francesa de mi vieja me dijo: “Nosotrgggas, las frggggancesas, si nos enterggggamos de que el hombre nos engaña vamos a la casa de la amante y la molemos a golpes”.
Yo abrí grandes los ojos, ante esta declaración que involucraba a todo el universo femenino de un país, pero claro que salía de la boca de una. Y pensé, qué bravas son las franchutes, pero que tontas, yo lo cagaría a palos a mi marido, o lo que sea. El que tiene el vínculo conmigo es él. La otra, no.
Eso lo pensé cuando todavía no sabía mucho de la vida, porque cuando me engañaron, o mejor dicho traicionaron (me pega más decir traición), ni cagué a golpes, ni hice nada. Solamente llorar un tiempo, un largo tiempo, y luego bajarle para siempre la persiana. Ya lo comprobé, hasta en una situación límite, el boxing no es mi fuerte.
Ahora, las mujeres “amazonas”, como las bautizaron, ante lo que hizo Pampita y hace unos pocos días la hija de Susana Giménez, Mecha: hacen pagar la infidelidad a la amante con sus propias manos. No sólo las francesas se descargan con la otra.
Y, en el caso de ellas, hasta olvidan que son personajes públicos y que serán expuestas tal como un insecto bajo la lupa de un microscopio por cuanto canal y revista farandulera haya, por su necesidad de venganza, o tal vez de marcar terreno. La furia puede más. Golpear, degradar, y hasta arrastrar de los pelos a otra mujer (imagen que me lleva a pensar en la Era de Piedra) parece ahorrar varias sesiones de terapia. ¿Pero, qué hace que una mujer muela a golpes a otra sólo por ser la amante de su esposo?
¿Es bronca?, o un tremendo dolor por no sentirse querida, por no tener el objeto de deseo, por sentirse veinte mil veces más la otra que la otra.

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El que arregló Venus

En plena reunión de amigos surgió la pregunta de quién tenía contratadas señales porno. Siempre temas filosóficos. Ya lo conté hace tiempo, mi segunda pareja era adicto a ver películas de este género, y yo, por ende, las miraba con él. La verdad a mi no me calientan verlas, o por lo menos, en esa época no me calentaban verlas, con que él se pusiera en bolas yo me encendía sin tocar el control remoto.
La primera película porno que vi fue Calígula, luego me enteré que había sido el filme de este género más caro de la historia, había costado unos 15 millones de dólares. Yo tendría unos 23 años y no juntamos con un grupo de amigos para verla. No sé quién la había traído como “joyita” de los '70, es más hoy ni sé dónde anda esa gente que fue parte de mi vida en aquella época. Esa cosa de ir cambiando cada tanto el elenco que actúa en ella.
-Yo desde que tengo cable tengo Venus, y lo pongo hasta para limpiar la casa- dijo uno de mis amigos del elenco estable de estos años.
-Lo tuyo es maravilloso. Nada mejor que ver muchos polvos mientras se está sacando el polvo. Sos muy coherente - le contesté yo riéndome.
-Yo también tengo Venus, y les digo, lo peor que le puede pasar a una mujer que tiene los canales codificados es que le funcionen mal- tiro otra amiga desde la punta de la mesa.
-¿Vos tenés porno?- le retrucamos sorprendidos por la noticia.
-Sí, che, una puede darse ciertos lujos- contestó ella- Claro, que no fue tan lindo cuando tuve que pedir un técnico para que viniera a arreglar la señal.
Al mes que había comprado el servicio se le rompió, no andaba, no agarraba bien la señal. Llamó a la compañía y le dieron algunas indicaciones para ver si se arreglaba pero nada. El canal no funcionaba. Ni siquiera se veía una teta o un pene entre rayas psicodélicas. Dios, cómo me calentaba en una época cuando caía en una señal porno pero que se veía mal porque no tenía el codificado. Se escuchaba el ahhh, ajjjj, ohhh, uhhhh, con imágenes que iban y venían, me gustaba más que ver una porno. Era esperar el momento para ver algo, estar al acecho de un pene parado, era altamente erótico. Pero no era el caso de ella, que había pagado por ver todo. “Le mandamos el técnico”, le dijeron desde la compañía.
Arregló el día, y algún horario, que por supuesto no era específico, sino que podría ser entre las 8 am y las 4 pm. Al mediodía sonó el portero, “soy el técnico del cable”, se escuchó desde abajo. Un fortachón con un maletín y un bigote muy a lo mexican boy entró al departamento, y le preguntó dónde estaba la tele.
-En mi cuarto- le contestó ella, mientras avanzaba y le indicaba el camino. El tipo prendió el televisor un impresionante LCD, y empezaron los sonidos característicos, sin imagen, sin rayas, ni nada, una lluvia grisácea se apoderó de la pantalla. El bigotudo se sentó en el borde de la cama de ella, se fijo en esto en lo otro, programo esto y lo otro, y ¡vuala!, las imágenes aparecieron luego de estar un mes pérdidas en el universo porno. El tipo como si nada, ella como si todo.
-Estaba con un tipo sentado en el borde de mi cama, que ni siquiera conocía, con el televisor 32 pulgadas que mostraban tetas, culos y pijas en todo su esplendor, y él tipo hablando conmigo ajustándole el color, y dándome explicaciones de cómo tenía que programar como si fuera el canal de Disney, mientras tres en la pantalla cogían a morir- ironizó ella.
No paramos de reír en toda la comida, porque si supe de situaciones bizarras la del técnico del canal Venus bien puede figurar en el top one. Al día de la fecha, la señal sigue funcionando a la perfección. Y ella, de vez en cuando, se acuerda de esos bigotes mexicanos, que por un momento le parecieron igual a los de Ron Jeremy, la estrella del cine porno.

Los aparecidos

"Las casualidades no existen", dicen algunos. Y ahí empiezan a tirar el término “causalidad”. Ya sea causalmente o casualmente, lo cierto es que en la última semana sucedieron dos cosas que me hicieron pensar en varias reglas del universo. O por lo menos en eso de que cada tanto aparece un muerto vivo en mi vida.
¿Por qué los hombres suelen aparecer luego de años de estar enterrados en el cementerio de las historias pasadas y pisadas? ¿Las mujeres somos más de cerrar para siempre una relación?
No me van a creer, pero en el lapso de 24 horas aparecieron dos tipos en mi vida, que habían estado conmigo hace 10 años. ¡Una década sin saber de ellos! Y aún más, ¡una década sin pensar en ellos! Porque como les decía lo pasado pisado, y hasta veces enterrado, y de golpe vuelven a vivir como por arte de magia, que este caso más tiene que ver con la tecnología.
Uno dio conmigo por el inefable Facebook, la red social más chismosa que existe, la verdad que yo no interactúo mucho, la tengo por trabajo, por mis contactos profesionales. A veces escribo algo, pero no soy de esas que entran a ver cómo están sus compañeros de la secundaria, o se ven todas las fotos que cuelgan sus amigos y no tanto. Esos que analizan qué tiene puesto, cuánto engordó, si su novio es lindo o feo, o dónde va a vacacionar. Hay gente que vive su vida a través de la vida de otros por Facebook. Sí es verdad. Yo no.
El tipo que apareció era el que salí un tiempo, el impotente se acuerdan, el que terminó diciéndome que con su mujer se le paraba y conmigo no. Qué hijueputez (como dice mi amigo colombiano). Seguro me buscó, vio mi foto y me mandó un mensaje preguntándome si era yo la chica que tenía tal auto y que había salido con él que vivía en tal lugar. "Sos muy parecida", me decía. De la impotencia ni mú. ¿Qué le habrá disparado la búsqueda?
El otro que dio muestras de vida también fue uno con él que no tuve un sexo bárbaro, y que también confesó hacerlo mejor con su mujer. Sí, era un tipo casado. Ahora resulta que me localizó y me dice: “Nos debemos una charla vos y yo”. ¿Cómo se puede charlar luego de 10 años que pasó algo? ¿Los temas no vencen como las multas sin pagar a los ten years? Con uno no cogí, con el otro más o menos, o sea que el recuerdo del buen sexo no fue el disparador de su búsqueda.
-Boluda, debe ser que quieren saldar la asignatura pendiente, ¡vos te merecías una buena cogida, con lo gauchita que sos! – me grita Mona cuando le cuento la aparición de estos dos- ¡Busca en la lista cuándo fue que curtiste con esos tipos!
Me subo a un banquito para alcanzar la agenda con tapas de cuero negro, que se resguarda entre los libros de mi biblioteca. Allí parapetada entre las hojas con anotaciones escritas hace una década aparece la lista de mis amantes. Y aparece el nombre de los dos. Uno debajo del otro, en el mismo año con diferencia de un mes. Fue el año de la efervescencia vaginal. ¡Increíble! Volvieron a mi vida en el mismo orden que pasaron por mi cama, una pasada que no quedó como gloriosa, pero sí para la historia. La historia de mi vida.
La verdad verdadera, le contesté a los dos (no puedo con mi genio). Y mientras les contaba en una palabra: "vivir" la pregunta sobre qué hice durante estos años, me quedé pensando, si en este caso habría que pensar en casualidad, causalidad o simplemente en un ir y venir del tiempo.