Sexo, video y traición

Carola le mostró un video erótico de Silvia con otro hombre al futuro marido de esta. En venganza, Silvia le pegó con una maza y la dejó en coma.
Veintinueve palabras alcanzan para contar la historia que conmociona a los argentinos. Y que destruye la vida de un par. El caso de General Las Heras ya está en el top one de las noticias. Ayer buscando otra información me topé con el video de la discordia. Escenas de sexo oral grabadas en un celular.
Tengo varias puntas para analizar:
1. Lo que la mina quería con todas sus ansias era casarse (tanto como para romperle la cabeza a la otra por impedírselo), pero al mismo tiempo le gustaba “parrandear”, por decirlo con un eufemismo. Dos cosas que pueden ir juntas, claro, pero que a la larga terminan mal. Y encima, no sólo le gustaba hacerlo, sino que lo grababa (y no lo borraba). “Me estaba por casar y me lo arruinaron”, confesó. ¿Quién arruinó a quién? El infiel que deja pruebas es satánico o pelotudo.

2. El novio dice que no vio el video, que canceló el casamiento porque no se sentía bien. “Si te vas a casar tenés que estar entero, tenés que festejar con alegría", señaló. Algo lógico, se sabe lo agotadoras que son las fiestas de casamiento. Igualmente, resulta un motivo un poco raro para suspender un casamiento con todo preparado, a mi me suena más creíble que lo cancelara por el video. Pero él afirma no haberlo visto, y lo bien que hace. Él no lo habrá visto, pero hay muchos testigos que dicen que era vox populi en el pueblo, y que estaba circulando desde 5 o 6 meses. Este segundo punto, se divide a su vez en dos conclusiones:
2.1. Es preferible quedar como un inseguro, hasta enfermo, antes que cornudo. (Qué cara la del tipo de salir a hablar por la televisión)
2.2. Siempre el último en enterarse es el cornudo. No hay tutia.

3. La cocina no es un buen lugar para iniciar peleas, de ningún tipo. Mejor hacerlo lejos de elementos contundentes. Se sabe que la furia no es buena consejera.

4. Nadie dijo quién es el tipo que está en el video, primero decían que era el marido de la mujer herida, lo que le daría un motivo más para la agresión, pero él lo negó. La cara del tipo se ve bien el video, por lo que supongo que debe estar a más de 1000 kilómetros de General Las Heras.

5. "Pueblo chico, infierno grande", fue el cliché que los periodistas usaron en casi todas las notas. Un poco de creatividad, carancho.

4. La gente no escarmienta con los videos caseros porno, los hace con cualquiera sin medir las consecuencias. Famosos o no, próximos a casarse o no, infieles o sí. Por eso, yo los videos los tengo sólo en la cabeza. Es el mejor lugar para guardarlos.

(Ojalá que Carola se mejore, en serio)

Update: Luego de una agonía de 9 días, Carola murió. Una pena.
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Talar el bosque

Hoy haciendo zapping me topé con una entrevista a Cristian Sancho, el nuevo ícono gay de la tira Botineras, le estaban preguntando si se depilaba. A lo que el hombre con estómago de tabla de lavar respondió que no. Para reafirmar lo que decía, se levantó el jean, bajó la media y mostró pelitos en su pierna. Como si no bastara, además aclaró que su pelvis lucía natural.
La verdad, no le creí. O la naturaleza lo dotó de poco pelo, algo que su cabellera desmiente totalmente; o, el reciente padre hincha de Newell's, no quiso aumentar su estigma gay, ya bastante con personificar a Manuel, el jugador de fútbol que se enamora de un compañero, y claro no sólo se enamora, sino que se besa y mucho más. El caso es que en todas las producciones que hace Cristian, pela pecho sin un mínimo vello, dichoso de él dirán cientos de mujeres que recurren a la depilación para extirparlos de su cuerpo y de su vida.
Si tengo que hacer un raconto de la pilosidad de los hombres que pasaron por mi vida, debo reconocer, o recordar, que tuve varios exponentes. Mi primera pareja era un oso, un mono, o lo que quieran pensar, mucho pelo, mucho, en cabeza, en cara también porque usaba barba, y en pecho, ni hablar. Tal era su pelambre que en invierno andaba sólo con una camisita, el polar lo traía de fábrica. Con él estuve mucho tiempo, y no me acuerdo que el pelo me inhibiera, o me molestara en la intimidad. Pero, con el correr de los años, después de haberme separado, quizás por el mismo hecho de no estar con nadie que se pareciera a él, terminé por buscar hombres más lampiños.
Mi segunda pareja, lo era. Y además se recortaba (no afeitaba) la zona pelviana, algo que yo agradecía de forma muy oral. Lo gracioso ocurrió con mi tercera pareja. Nosotros curtimos una noche, muy touch and go y al otro día, él se volvió a Miami, donde vivía. Nuestro romance siguió vía email durante casi un año, hasta que yo me decidí a irme a vivir con él. En ese tiempo hablábamos diariamente por teléfono, hasta teníamos sexo telefónico, y en una de esas largas charlas surgió el tema del vello pelviano, ¿tala o bosque natural?
Yo resumí las virtudes de bosque talado, al principio él no se convenció con mis argumentos, pero fui lo suficiente consistente e insistente y logré convencerlo. Él no se había cortado nunca el vello púbico desde que nació. Lo juró, y re juró. Tenía todo el amazonas como marco de su pene. Por suerte, esa noche de sexo loco, yo estaba un poco alcoholizada y no note ese pequeño, o gran, detalle. Lo único que quería era coger, el bosque era algo de segunda importancia. El deseo a veces borra toda preferencia estética.
Al otro día de mi convincente charla, me llamó muy eufórico para contarme que se había cortado, y afeitado, su bosque natural. “Chévere, no me quedó un pendejo, y sabés qué, ahora me veo mi pito más grande”, me dijo. Esa ventaja no se la había dicho, pero luego la usé en otros casos que no vienen a cuenta ahora.

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Las grandes historias

Empecé el gimnasio, uno de los lugares que más odio en mi vida, la semana pasada. Luego de pagar tres meses Pilates, en Megatlón, sin usar, le di de baja y me cambié a otro gym menos glamoroso y más barato. No es que me guste tirar la plata así como así, pero mi excesivo interés por hacer pilates tres veces por semana recudreció (qué verbo tan feo, yo recrudezco, tu recrudeces, él recrudece...) mi dolor lumbar. Desde los 20 convivo con dos hernias de disco, que a este paso voy a terminar como Ricardito Fort, con clavos y no sé qué más en la espalda.
Algo que siempre me llamó la atención es que a pesar de este problemita en la espalda, nunca, pero nunca, y aún en los peores momentos, me impidió tener sexo. Mi segunda pareja, a la que le tocó compartir un mal período lumbar en mi vida, me decía: "A vos todo se te pasa cogiendo", y juro que era así, en el momento de tener relaciones con él jamás me dolía nada, debe ser que la mente se enfocaba en otra cosa. Más allá de que cuando tengo relaciones no me duele nada, el resto del día ando bastante mal. Por eso cuando el traumátologo me indicó, "natación y bicicleta" (de "sexo" ni habló) cambié la "y" por "o" y opté por empezar con la bici, algo que no me disgusta y por lo menos es en terreno seco.
Todo este preámbulo se hizo necesario para contar por qué estoy devorando libro tras libro. Opté por llevarlos al gym y mientras pedaleo, casi una hora diaria, leo. Los apoyo en el frente, donde está la consola con toda la info, kilómetros, calorías gastadas, etcétera, etcétera, y leo mientras el tiempo corre. Algo muy bueno, con lo que me gusta leer, el tiempo pareciera correr más rápido, lo cual es una ventaja enorme para mí.
Soy la única que lee, pero nadie da cuenta de mi voracidad literaria, todos están subidos a sus máquinas intentando darle batalla a los kilos o a los años, o al orgullo también. Hoy, cuando estaba en el minuto 42 de la pedaleada leí algo tan exacto, y tan bello, que me apropié inmediatamente del texo, lo hice mío, y ahora quiero hacerlo de ustedes.
Muchas veces pensé en el valor que lleva una historia en sí, en cuánto nos gustan leer algunas historias, y en cómo algunas nos atrapan de tal forma, que se nos meten por dentro y no nos dejan más. Algo así, pero con otras palabras, las mismas que quisiera haber escrito yo, escribió Arundhati Roy en "El dios de las pequeñas cosas".

"El secreto de las Grandes Historias es que no tienen secreto. Las Grandes Historias son aquellas que ya se han oido y se quieren oir otra vez. Aquellas a las que se puede entrar por cualquier puerta y habitar en ellas comódamente. No engañan con emociones o finales falsos. No sorprenden con imprevistos. Son tan conocidas como la casa en que se vive. O el olor de la piel del ser amado. Sabemos cómo acaban y, sin embargo, las escuchamos como si no los supiéramos. Del mismo modo que, aún sabiendo que un día moriremos, vivimos como si fuéramos inmortales. en las Grandes Historias sabemos quién vive, quién muere, quién encuentra el amor y quién no. Y, aún así, queremos volver a saberlo. Ahí, radica su misterio y su magia".

Lo leo dos veces mientras sigo pedaleando. Pedaleo, pedaleo, pero la magia de las palabras logra que los minutos se posen sólo en los puntos finales. Bendición de Kunti.