Un año en blanco

Todos los años, más o menos para esta fecha, escribo algo alusivo. Suena tan mal esa palabra, pero es la adecuada. Aludo a las fiestas, a los compromisos, a lo eterno de terminar y empezar un año, a lo que supone que hagamos, a lo que hacemos y dejamos de hacer. Y hoy estoy aquí haciendo lo mismo, aludiendo al fin de año. Desde la hoja en blanco. Cuando empecé a escribir sentí que la hoja era casi (casi) como el año que va a empezar dentro de pocos días, algo vacío que se irá llenado con nuestra vida, con la vida de todos, con la muerte de algunos. Que se irá llenando de sucederes, de cosas que nos pasan, que les pasan a otros pero que nos llegan, de amores y desamores, de vientos y lluvias, de tantos amaneceres como anocheceres, de lunas llenas y de cuartos menguantes, de sonidos, de ruiditos, de gritos y susurros, y también de silencios, que a veces pueden resultar incómodos, de dinero o de cheques en blanco, de gente que no contesta los emails, y de los que nos llenan la casilla con spam, de cajeros sin guita, y de policías y ladrones, de matracas y pitos, de santos y algún que otro fantasma dando vuelta.
La vida nos espera, aguarda impaciente el siguiente paso que daremos, después de todo qué es la vida, si no un caminar continuo, step to step llegamos a todos lados, hasta a nuestro propio final, que siempre se espera no sea anunciado y acontezca casi sin darnos cuenta. Tengo una hoja en blanco, tengo un año para llenar, no me desespera la inmensidad de los 12 meses, me gusta el desafío de empezar a escribir día por día mi historia, mi vida, mi propia versión de los hechos, como debe ser. Como quiero que sea.
¡Feliz 2011 para todos!