No quiero ser la mejor mujer

Definitivamente quiero ser una re-ve-ren-da hi-ja de pu-ta.
Así con todas las palabras dichas con una excelente pronunciación, cuasi locutora de radio. Sílaba por sílaba.
¡Basta! No quiero ser ni buena amiga, ni una mujer especial, ni nada de eso.
A las hijas de puta les va bien, tengo amigos que corren tras ellas, que lloran por ellas, mientras las muy cochinas se burlan de su amor, ni se gastan en contestarles mensajes que ellos dejan una y otra vez en su celular, ni mucho menos los emails, los dejan plantados, les hacen pagar capricho tras capricho, o lo que es aún más grave: los engañan con otros en sus narices. Haciéndolos cornudos a la vista de todos.
Y esos machos se arrastran suplicando su amor.
Uno de mis mejores amigos, había sufrido enormemente por una mujer, de la cual se separó. Ella lo había engañado con un compañero de trabajo, un hombre mucho más grande. Y mi amigo, un hombre muy sensible, había estado muy mal, deprimido, y casi sin ganas de salir. Moría por ella. Y no estoy exagerando.
Habían pasado unos meses, él estaba un poco mejor, cuando la señorita volvió con cara muy compugida, lágrimas en los ojos, y unas nuevas tetas, que cortaban la respiración y que había pagado el otro.
Pidió perdón una y otra vez, y había que ver como él movía la colita de contento. En realidad eran dos los que la movían, la colita. El otro era Coqui, un perrito que la damisela prodiga le hizo comprar como símbolo de su nueva etapa.
Juró y rejuró que jamás volvería a engañarlo, y que sería fiel hasta que la muerte los separe. No se casaron, pero igual dijo esto.
Menos mal que no juró sobre la Biblia, porque ese juramente fue pura mierda. Volvió a engañarlo, y con el mismo tipo. Y lo peor que cuando se fue por segunda vez, él le dijo, dándole la correa:
-Llevate el perrito, que es tuyo.
-Ni loca. ¡Quedátelo vos! - le contestó ella, mientras cerraba la puerta de calle, del lado de afuera.
Parece que al otro tipo no le agradaban los pichichos. Y se quedaron los dos, paraditos y tristes viendo la puerta cerrada, del lado de adentro.
Al final Coqui, fue una compañía para mi amigo, que volvió a sufrir como un perro por ella.
¿Es que a los hombres en definitiva les gustan las minas jodidas?
¡Basta! No me digan que "gran" mujer soy.
No quiero escucharlo más.