Las cosas hechas

No sé ustedes pero siempre a comienzo un año me vienen ganas de escribir las cosas que espero realizar durante ese año. Claro, que lo horroroso es ver al fin de ese año la lista y darme cuenta de las cosas que no hice, que por lo general son varias de la lista, cuando no todas. Eso no habla muy bien de mí, pero para qué les voy a mentir, se ve que mis expectativas de superación y de lograr metas van cambiando a lo largo del año. ¿Cambiando o claudicando? O peor, que ya tengo metas crónicas de conseguir, y que por lo visto no afecta a mi vida en general lograrlas. Y, además, qué no sé por qué las vuelvo a escribir año por año, como si el solo hecho de escribirlas en un papelito, agenda u otro soporte las hiciera realidad.
Será que siempre que veo la agenda tan vacía de compromisos, y teléfonos y reuniones, y … y… tantas páginas en blanco siento que voy a poder, que tengo unos 12 meses, con tantos renglones para completar, y que seguramente si no es febrero será en marzo, o tal vez en abril, pero seguro en junio, y si no en agosto, y por qué no en noviembre. Y cuando me doy cuenta, llegó diciembre con las fiestas, los Papá Noeles en los shoppings, y la lista de las cosas sin cumplir, y yo totalmente descarada pensando: “bueno, ya terminó el año, lo haré el que viene”.
Por eso este año decidí no hacer ninguna lista de propósitos, no me propuse nada. Step to step como dicen los norteamericanos, paso por paso, y voy a hacer al revés, a fin de año voy a anotar todas las cosas que sí pude realizar. Y seguramente me sentiré feliz porque esas serán los cosas que logré y no las que pienso que haré.