El huesito

A todos los huesitos del mundo


Lo bueno de trabajar en Palermo Hollywood es que se pueden organizar cenas after office donde nadie diga que no va porque queda lejos. Últimamente estamos yendo bastante a un Romario que queda en esa zona cinéfila porteña. Nos encanta tomar unas cervezas y comer pizzas, ahora que las noches invitan a sentarse al aire libre, todavía tibio de la primavera. Mona a la que, desde que trabaja en el otro Palermo, el Soho, no la vemos tan seguido se acopló al grupo. Anda mal con su nueva conquista. Por eso decidimos hacer una previa de chicas, con Viole también, y otras dos compañeras.
El tema: el nuevo amorcete de Mona. Caos total. Una relación que prometía y que de pronto entró en las tinieblas de la incertidumbre. Mona detallaba los últimos encuentros y nosotras, cada una por separado daba su diagnóstico: se muere, puede sobrevivir, ponélo en terapia intensiva o desconectalo y que se pudra. Algunas con una visión más positiva le decían deja fluir, no te pongas ansiosa. Algo casi imposible para ella.
Entre empanadas, pizzas, botellas de cervezas y alguna que otra aburrida agua mineral sin gas, transcurría esta especie de aquelarre onda ER. Pero, todo cambió cuando llegó él, mi compañero. Del que tengo prohibidísimo decir siquiera su sobrenombre, que viene tan anillo al dedo con el tema, pero que, por razones de seguridad personal, me indicó no escribir. Lo voy a llamar Puppy.
Él realmente dio cátedra sobre un tema: el huesito. En su afán de aclarar que Mona no pasaba por esas circunstancias nos introdujo por completo en ese mundo dominado por el varón.
El sólo escuchar de su boca, “ahora estoy de novio, pero antes tenía varios huesitos por ahí”, arrancó carcajadas al principio y terminó constituyendo un ensayo oral sobre la típica relación que tienen sin ningún compromiso y con mucha carga sexual algunos varones con algunas mujeres. Yo misma propuse el título del libro que habría que publicar: La realidad del huesito en la Argentina de hoy.
Cabe aclarar que, según él, un huesito vendría a ser, para un hombre, lo que un chongo para una mujer. Aunque la palabra chongo suene tan fea, y la palabra huesito suene hasta tierna, más como la pronunciaba Puppy, con cariño y un dejo de nostalgia para con sus ex huesitos.
-A un huesito no le decís que es un huesito- fueron las palabras que definieron completamente el target otorgado por muchos hombres a lo que vendría a ser una relación que no da más que para lamer.
Nada de novios, o algo con proyección a futuro. El huesito no tiene exclusividad y mucho menos puede hacer planteos o pedir mayor compromiso. Y si el huesito algún día hace un cuestionamiento de la situación se le aclara muy bien que nunca se prometió algo más.
-Si me lo habrán dicho…-dijo con cara compungida otra de mis compañeras. Que hace unos minutos había descubierto que ella había sido un huesito también. Estaba anodada.
Otra si ningún pudor dijo muy orgullosa: “yo fui un huesito”. Es que tampoco hay que hablar peyorativamente del huesito. Porque aunque nadie diga que lo es, en la mayoría de los casos se sabe y si no se sabe se sospecha, y si no se sospecha, se intuye, y si no se intuye se deduce, y si no se deduce, además de huesito es boluda. Claro, que (en la mayoría de los casos) una empieza siendo un huesito con ilusión de terminar siendo un costillar completo.
En medio de esta charla trascendental para crear un paradigma del huesito surgió la pregunta:¿cuando se sale con un huesito siempre hay que tener sexo?
El otro hombre de la reunión, saltó: la relación con un huesito es sexo puro. Pero le rebatió por completo una chica que dijo, yo a veces iba a ver películas nada más. Igual el consenso fue para sexo a morir.
El promedio de salida con un huesito es de una vez por semana, a lo sumo dos, el domingo es un día ideal. El verbo extrañar no entra en el diccionario huesístico, y menos: tenemos que hablar, qué te está pasando, te quiero y ni hablar de “te amo”.
Pero, qué pasa cuándo un huesito quiere pasar a ser un cacho de carne.
-Le apagás el celular y chau huesito. No hay un dejarse progresivo. El huesito necesita un corte abrupto – dijo con conocimiento de causa el coleccionista de huesos.
-¿Y cómo te das cuenta cuando un huesito deja de ser huesito y se convierte en algo más importante?-le preguntamos en coro las chiquis.
Él sonrió, casi diría que suspiró y sentenció:
-El corazón te lo dice.
Ya nada quedaba por preguntar. Aún para un experto en huesitos el corazón sigue guiando los sentimientos. Sonreí y me vino la imagen de algún huesito lejano mío. Me niego a decir chongo, como dice Puppy, es que suena tan feo.