Como me sentía triste, acudí a un médico del corazón. Un especialista que, según me dijeron, curaba todas las nanas de este músculo tan relacionado al amor y al afecto. Me revisó, me hizo un electro y me preguntó muchas cosas, que minuciosamente iba anotando en una ficha en su computadora personal.
Al final me recetó unas pastillas, que presurosa fui a comprar cuando salí de su consultorio.
Con ellas iba a solucionar mi falta de afecto, de palabras cariñosas, de caricias sensuales, en fin mi falta de amor...
Pero al abrir el frasco se cayeron al suelo, y qué lástima justo se rompió la que más me hacía falta. No sé si me podrá hacer la receta de nuevo, porque dicen que cuando el amor se rompe no hay nada que valga. Se perdió para siempre.
3 comentarios:
podemos buscarnos un farmaceutico buen mozo que nos de sobredosis de pastillas y ser felices para siempre
:)
Si es una buena idea
"Y si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar... venden pastillas para no soñar..."
Saludos desde otras latitudes donde el corazón sufre los mismos males que en la ciudad...
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