La que siempre vuelve

Dicen que siempre hay una primera vez. Y es cierto. Siempre la hay. A veces esas primeras veces son maravillosas, y no hablo sólo de sexo, y otras espantosas. Hay primeras veces que son tan espantosas que no quieren repetirse. Me acuerdo cuando me subí a una montaña rusa por primera vez, creí que me moría. Era algo tan raro, porque al miedo o adrenalina de estar ahí dando vueltas cabeza abajo, se agregaba esa satisfacción rara que se encuentra justo entre el miedo y el placer. Algo que igual, nunca quise volver a vivir. “Las montañas rusas no son para mí”, decreté mientras vomitaba sobre el pantalón de mi amigo. Y, él me dijo, “me parece, muy bien”, mientras trataba de limpiarse con pañuelitos de papel. A la otra, la de Indiana Jones, subió solo. Hoy siento admiración por los fanáticos de las montañas rusas. Y, a veces, muy de vez en cuando, un poco de ganas de subirme a alguna, como modo de rebeldía ante mi delicado estómago. Pero ahí queda, sólo en una intención. Sé que me hace mal. Sin embargo, hay mujeres para las que pasar por una situación de mierda no le sirve de escarmiento. (Supongo que debe haber hombres también, pero el caso que cuento es de una donna). Mi amiga Violeta está saliendo desde hace unos meses con un hombre que la maltrata. No le pega. Ni Dios lo permita. Pero, hay tantas formas de abusar que no son físicamente. Las palabras dichas de tal manera, o no sólo por la foma de decirlas, sino por el peso de ellas mismas son peores que un balazo directo al cuore. Cuántas veces se sienten casi como latigazos, que te dejan sin fuerza siquiera para contestar. El problema es que cuando se dan estas situaciones con su pareja que terminan en crisis de llanto siempre dice que lo va a dejar, que esto y lo otro, pero jamás cumple. Cada pelea, o suceso mal parido, le hacemos una especie de intervención, en las ya conocidas “cenita de chicas”. “¡Dejálo!”, sería la palabra que resume las largas charlas tratando de que vea cómo se barajan las cartas en esa relación. Nosotras sus amigas tendríamos todos los palos del mazo, que quisiéramos darle al tipo, si no fuéramos tan anti violencia. Es así. Hay mujeres que disfrutan con el displacer, con esas situaciones que otra no toleraría ni cinco minutos, qué digo, ni uno. Es como regocijarse en el barro de la desilusión, del desencanto. Es como alimentar la baja autoestima con una completa bandeja de pesares, envueltos en papel de la autocompasión. Y aunque predique que se merece algo mejor, no lo cree. “Yo me merezco la mierda de este tipo, porque en el fondo yo soy una mierda”. Ese es el mensaje que aún sin saberlo se dice una y otra vez. La autoestima es un monstruo que debe vivir en completo equilibrio. Si crece demasiado se convierte en un ser insoportable de vanidad, si se pierde, queda solo el murmullo de lo que se quiere ser. Y, cuando se pierde, encontrarlo es un camino para el cual hay que ser muy valiente, tanto casi como para subirse a una montaña rusa, aun sabiendo que es muy posible que cuando baje sienta ganas de vomitar.

7 comentarios:

Ana dijo...

Me quedé pensando que hay gente(o hay momentos en los cuales una) se queda entrampada en una especie de zona de comodidad. Por supuesto, de afuera se ve el esfuerzo que significa quedarse ahí, pero también tiene la ventaja de la conocido.
Un beso

Júlia dijo...

Pero qué difícilisimo es domar el monstruo de la autoestima...

Susana dijo...

ni me hablen de la autoestima, es un trabajo muy duro mantenerla a raya. beso mali.

Ana dijo...

Tengo tocaya, chévere.
Es complejo. Conozco una pareja de 20 años de casados y la dinámica es deprimente. En estos días ella empezó a relatar un incidente de ellos en un Aeropuerto y casi se forma la del pedo. Él a que eso no fue así si no asá y a grito limpio. Él discute con vehemencia si la receta lleva jengibre y la manda a callar. Un hombre de poco más de 50 años con unos arrebatos infantiles en donde la denigra diciéndole que ella no sabe ni mierda de lo que está hablando, terrible. Mi amiga lo ignora cuando se pone así porque no es siempre. Me parece que es un ser acomplejado pese a ser veterinario y se desquita con la persona con la que tiene algo de control. Mi marido tiene cosas que me sacan de quicio y viceversa pero en su trato es cortés. Ha sustituido en un tono arrullador mi nombre por-mami- aquí en Panamá un trato cariñoso hacia las mujeres. Ella me lo ha dicho, como envida el trato amoroso que mi marido me dispensa delante de cualquiera. Pero tiene sus cosas buenas, él siempre la acompaña y todo es para sus hijos. Ella me dijo que no lo iba a dejar a estas alturas así que lo sobrelleva. No sé como serían de novios pero me parece que debió haber pistas que ella no supo interpretar o ignoró, estos seres no se vuelven así de un día a otro.
Saludos desde Ciudad de Panamá.

Anónimo dijo...

Ustedes chicas se juntan para rajar de nosotros sus parejas. nosotros, no. Ademas es la historia contada parcialmente. Hay veces, muy pocas veces, pero las hubo que mi ex esposa se quejaba de mi por lo mismo. yo no insultaba ni trataba a las patadas, pero mis palabras eran fuertes y luego me acusaba que la trataba como si fuera una bruta. Pero mis palabras eran "No seas cretina".
No crean chicas, nosotros tambien salimos golpeados con nuestra autoestima

Anónimo dijo...

En mi opinion la cuestion mas que de equilibrio y autoestima es de valor, o de cobardia, como queramos llamarlo. Es cosa de afrontar el momento, la situacion, al individuo/a y decir basta. Ojalá fuera tan facil de hacer como de decir.

Besos primaverales desde la madre patria.

Florencia dijo...

que bello texto. muy profundo! muy sensiblee!!